miércoles, 30 de septiembre de 2009

INGLORIOUS BASTERDS

“Inglorious Basterds”
Director: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Intérpretes: Brad Pitt, Mélanie Laurent, Christoph Waltz, Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger, Daniel Brühl, Til Schweiger, Gedeon Burkhard, Jacky Ido, B.J. Novak, Omar Doom, August Diehl, Denis Menochet, Sylvester Groth
(EE.UU, 2009)

Sinopsis:

Hans Landa, un oficial de las SS cuya misión es acabar con todo aquel judío que aún permanezca en suelo francés deja escapar a una joven llamada Shosanna, en una de sus carnicerías en una pequeña aldea, tras acribillar al resto de su familia. Mientras tanto, un grupo de soldados judío-americanos son adiestrados por el teniente Aldo Raine para torturar y matar nazis, su sanguinaria reputación les precede llegando incluso a oídos del Führer, se les conoce con el sobrenombre de “Los Bastardos”.

Tres años después, Shosanna, bajo una nueva identidad regenta un cine en París. Frederick Zoller, un soldado alemán, admirado entre los suyos por haber matado a 300 soldados rusos, se enamora de ella y convence al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebels, para estrenar la última película de Lenni Riefensthal, de la que él mismo es protagonista, en el modesto cine de Shosanna. La ocasión idónea de la joven para vengar a sus familiares y al resto del pueblo judío.

El estreno de la película en el cine reunirá a toda la cúpula nazi bajo un mismo techo, incluso se rumorea que Adolf Hitler podría asistir a la proyección. Aldo Raine organiza un equipo de topos para colarse en el estreno ayudados por Bridget Von Hammersmark, una actriz alemana que trabaja como espía para el enemigo. Todos están preparados para recibir a los altos mandos del Tercer Reich como se merecen.

La última obra de Tarantino nace, como todas sus obras anteriores, del eclecticismo, de la hibridación, del pastiche, de la tradición de la música popular, el cómic y el cine de derribo, estamos ante la obra más postmoderna del director más postmodernista de occidente. Que nadie que se asome al cine a ver “Inglorious Basterds” se espere una película de cine bélico, Tarantino no nos da su visión sobre la Segunda Guerra Mundial, ni realiza un remake sobre el exploit italiano “Aquel maldito tren blindado”, tampoco estamos ante un velado homenaje-plagio de su adorada “Doce del Patíbulo”. No, Tarantino, simplemente nos cuenta su película, la que nos lleva contando desde “Reservoir dogs” que tampoco era una película de cine negro, la que volvió a repetir en “Pulp Fiction”, dónde el cuarto de libra con queso o los masajes en los pies tenían más peso que la supuesta trama noir, o lo mismo que nos contaba en “kill Bill”, dónde la conversación sobre la mitología de Superman tenía tanto protagonismo como los ecos del Spaghetti Western, las katanas y los golpes de Kung-Fú.

Con una trama lineal, en disonancia con los ejemplos anteriores, inteligentemente llevada para hacer converger a los diferentes personajes en un único lugar en su memorable último capítulo, se describe coherentemente a través de cuatro fragmentos previos las circunstancias que llevan a la catarsis final. “Inglorious basterds” no tiene un protagonista claro, no obstante, la simpatía del espectador cae del lado de los Bastardos, debido a su excéntrico y carismático carácter, además de por los evidentes motivos históricos. El líder del escuadrón, el teniente de sangre apache llamado Aldo Raine, es un personaje construido a base de trazos gruesos a través de una expresión oral que firmaría el Guy Ritchie de “Snatch…”, e interpretado con sorna por Brad Pitt, emulando con su mueca de mandíbula al Brando de “El padrino”. Al igual que el resto de la banda de psicópatas tortura-nazis, no es el personaje más logrado de la peícula. Le secundan Hugo Stiglitz, (acongojante presencia la de Til Schweiger), un judío alemán que emigra a EE.UU y vuelve a Europa para masacrar nazis; y Donnie Donovitch, apodado el oso judío, un amante del baseball que disfruta destrozando nazis con su bate, interpretado con entusiasmo por Eli Roth quien parece disfrutar tanto machacando cráneos en escena como rodando una de sus gamberradas gore.

Los Bastardos aportan gran parte de la hilaridad que sobrevuela el filme; sin embargo, las actuaciones más notables se encuentran en el bando enemigo. La caricatura de Hitler es un icono cinematográfico desde el estreno de “El Gran Dictador”. Sin elevase en esta ocasión a un retrato tan certero como el conseguido por Chaplin el personaje funciona como bufón, en escasas pero celebradas apariciones, en medio de la gran farsa que Tarantino teje a su alrededor. De mayor presencia goza un rígido y patético Joseph Goebels, bordado por Sylvester Groth, empequeñecido ante la presencia de su estupenda amante, una Julie Dreyfus siempre perfecta como femme fatale (recuerden “Kill Bill, vol 1.”). Menos vistosa resulta la presencia de Daniel Brühl en la piel del soldado Frederick Zoller, que responde a un cliché, aunque es indudable su papel fundamental en la resolución de la trama.


A pesar del escueto pero efectivo retrato de las principales personalidades del Tercer Reich, el personaje más trabajado, el que tiene mayor carga dramática, y, casi sin ninguna duda, el mejor interpretado, recae en el Coronel Hans Landa, apodado “Caza judíos”. Christoph Waltz, recrea un cínico personaje cuya ambigüedad le hace destacar del resto; la magistral interpretación del actor austriaco hace que se nos hiele la sangre incluso cuando Hans come un bocado de tarta y es capaz de hacernos reír aún sabiendo que está a punto de exterminar a una familia. El dominio de varias lenguas (gran parte de la riqueza de la actuación de Waltz se pierde en la versión doblada) y la excelente gesticulación, (sus metódicos movimientos nos llevan de la mofa al pánico en décimas de segundo) hacen que las apariciones de Landa se erijan en los momentos de mayor altura cinematográfica, su mera presencia justifica por si sola el visionado del largometraje.

La Némesis perfecta de Landa, es la joven Shosanna, la escena en la que se reencuentran en un restaurante de París (lógicamente Hans no recuerda a la joven) es quizá la que mayor tensión acumula de todo el filme, la interpretación de esta secuencia de Mélanie Laurent, a través de primerísimos planos en los que tan sólo gesticula, es una lección de interpretación por parte de la actriz parisina y de dirección de actores del genio de Tenesse. El personaje de Shosanna está dotado del coraje y la valentía habituales en las heroínas tarantinianas, desde Jackie Brown hasta la Mamba Negra. El horror que la joven francesa sufre ante el asesinato de su familia la hace más fuerte, el odio la alimenta y la venganza es la evolución lógica de su personaje. Tampoco le faltan agallas al otro gran personaje femenino, Diane Kruger está arrebatadora bajo la sensual envoltura de Bridget Von Hammersmark, la particular Mata Hari de la historia, que intentará ayudar a los Bastardos en su complicada tarea de aniquilar al Tercer Reich de una sola tirada.


Quentin Tarantino, vuelve a realizar el ejercicio de intertextualidad tantas veces repetido, las referencias son inagotables, desde el Spaghetti Western hasta clásicos del cine bélico norteamericano y europeo, hasta la propia autorrefencia (los maleteros no son necesarios para mostrar su contrapicado preferido) dentro de esta mixtura el director norteamericano se siente como pez en el agua y elabora su discurso propio escogiendo siempre el producto popular antes que el elitista.

Como bien sabe cualquier aficionado las inquietudes de Tarantino, por supuesto, no se limitan exclusivamente al ámbito cinematográfico, la música sigue jugando un papel predominante en sus producciones. Ennio Morricone ocupa en esta ocasión el grueso de la B.S.O, el contrapunto perfecto lo pone la versión de “Putting out fire”, que David Bowie interpretó para la película “El beso de la pantera” de Paul Schraeder, en una preciosista escena en la que Shosanna se maquilla momentos antes de poner en marcha su plan para aniquilar a los nazis. El clasicismo lo pone el tema de fondo a los créditos de apertura, una versión instrumental del célebre “Green leaves of summer” de la película “El Álamo”.

Los detractores de Tarantino tienen el trabajo terminado de antemano, enarbolaran su oxidado discurso sobre la separación de ética y estética que presentan las obras del director, considerando por tanto su obra vacía, carente de contenido moral y, por ende, carente de valor artístico, ya que el arte ha de ser trascendente. Se acusará su obra por tanto de formalista e incluso de reaccionaria. Sin embargo, la ficción que Tarantino decide abrazar en pos de dar la mayor libertad argumental posible al relato, consigue, no sólo divertirnos con una particular (per)versión de cierto momento de la Segunda Guerra Mundial, sino imbuirnos de lleno en la dureza de la contienda, hacernos partícipes del horror de la guerra, del pánico que sufrían los judíos perseguidos, de la inocencia de muchos de los combatientes; en definitiva, nos hace reflexionar sobre nuestro terrible pasado y las consecuencias de la guerra a la vez que nos arranca una sonrisa a través de sus Bastardos, con esa curiosa habilidad para convertir el acto más grotesco y salvaje en motivo de carcajada.


Los incondicionales, por el contrario, ensalzarán esta nueva obra por su indudable belleza formal, su salvaje sentido del humor, su espíritu de ficción netamente pulp y sus brillantes diálogos, (como el monólogo de apertura en el que Landa establece la comparativa alemán-halcón y judío-rata). No les falta razón, pero no podemos olvidar que todo esto estaba presente en sus obras anteriores. Quizá su discurso postmoderno haya llegado a su fin por agotamiento de la fórmula.

Vista en perspectiva la carrera cinematográfica de Tarantino tocó techo con “Kill Bill, vol 1.”, para más tarde caer bruscamente de su pedestal con la anodina “Death Proof.”. Ahora el director norteamericano vuelve a la senda que le dio el éxito, lo que le asegura el beneficio en taquilla y el parabien de sus admiradores. Pero hay algo de estático en su cine que le impide avanzar, desligarse de ese deslumbrante realizador nobel que sorprendió a todo el mundo en el Festival de Cannes de 1992. En “Inglorious Basterds” hay momentos de gran cine, pero el espíritu que respira el filme continúa teniendo un leve aroma adolescente, una falta de madurez cinematográfica, que, aún siendo premeditada, y posiblemente consecuencia lógica de la naturaleza popular de su cine, impide a Tarantino erigirse en portavoz de una generación de cineastas realmente rompedora. No cabe duda que nos encontramos ante un talento muy por encima de la media actual de cineastas norteamericanos; sin embargo, si continúa mirando hacia atrás en vez de hacia delante quizá nunca consiga realizar esa obra maestra ante la que, según Aldo Raine (una pirueta ombliguista más), nos encontramos.







martes, 29 de septiembre de 2009

SURROGATES

“Surrogates”
Director: Jonathan Mostow
Guión: Michael Ferris, John D. Brancato.
Intérpretes: Bruce Willis, Radha Mitchell, Rosamund Pike, Boris Kodjoe, James Francis Ginty, James Cromwell, Ving Rhames, Jack Noseworthy, Devin Ratray, Michael Cudlitz, Jeffrey De Serrano, Helena Mattsson, Michael Phillip, Danny F Smith, Brian A. Parrish
(EE.UU, 2009)

Sinopsis:

En una sociedad paralela los robots han sustituido a los seres humanos en la vida diaria. Los humanos renuncian a vivir sus emociones en primera persona a cambio de la seguridad que les proporciona su hogar y de tener un bonito continente acorde con las exigencias estéticas impuestas por la comunidad. Recluidos en su habitación y enchufados a una máquina manejan al sustituto que desempeña por ellos sus tareas. A priori todo son ventajas, la tasa de delincuencia cae en picado, así como la siniestralidad, la muerte de los sustitutos no supone daño alguno para el operador que lo maneja.

Sin embargo existe un pequeño grupo de personas en cada una de las grandes ciudades que se niega a tener un sustituto. Estos reductos viven en comunidades agrarias y tienen como líder a un hombre al que llaman el profeta. La coexistencia entre sustitutos y biológicos transcurre en armonía hasta que se produce un homicidio. Un humano mata a dos sustitutos con un arma que destroza a la vez la cabeza de los operadores, algo impensable hasta el momento, con lo que se produce el primer asesinato en años.

Tom Greer, acompañado por la agente Peters, es el encargado de la investigación a través de la cual irá descubriendo una serie de hechos que le enfrentarán con su propia vida, (la muerte de su hijo, la relación que mantiene con su mujer), todo le lleva hacia la misma pregunta ¿Merece la pena renunciar a las emociones en beneficio de la seguridad?

Jonatha Mostow, conocido fundamentalmente por sus anteriores largometrajes “U-571” y “Terminador 3”, estrena ahora en pantalla grande esta adaptación del cómic homónimo de Robert Venditti y Brett Veldele publicado en 2005. Obra que desconocía hasta la fecha y de la que, lógicamente, no puedo omitir opinión ni establecer comparativas con su recreación cinematográfica, tan sólo apuntar que en el cómic la acción se desarrolla en el 2054, mientras que en la película se toma un presente paralelo como escenario.

Lo que podía haber sido un pequeño clásico de la ciencia-ficción se queda en un blockbuster (habrá que esperar a los resultados de la taquilla) correcto para mayor gloria de Bruce Willis que sigue estando genial en la piel de cualquier héroe de acción y que tiene su clásica frase al estilo John McLane: “Cielo no se quienes sois, pero si sé que podrías ser un viejo sentado con la cola fuera”. La excesiva personalización del relato en el personaje de Tom es uno de los principales problemas que hace que la obra se enmarque más en el género de acción con drama familiar de trasfondo (insufribles las escenas en las que un apenado Greer visita la intacta habitación de su hijo para ver su fotografía) que en un ejemplo serio de ciencia-ficción. Un dilema moral como la utilización de máquinas para vivir nuestras vidas podría haber dado mucho juego, sin embargo la trama se centra excesivamente en dos personajes antagonistas y complementarios, por un lado está Older Canter como genio-magnate creador de los sustitutos, convertido en una especie de Dios intocable que mueve los hilos desde su mansión (hablar de la evolución del personaje sería desvelar por completo la historia), y por el otro el héroe, en clara desventaja, pero plagado de emociones humanas que le hacen superar los obstáculos que se interponen en su investigación. Ambos personajes están completamente solos, aislados, siendo sus particulares dramas personales los que les hacen tomar decisiones para cambiar el rumbo de su vida, y, por extensión, la del resto de la sociedad.

Con esta polarización del relato, los elementos que describen la extravagante sociedad habitada por los surrogates son pequeños detalles, fundamentalmente estéticos, repartidos a lo largo del metraje. Especialmente cuidada es la selección de extras que pueblan las localizaciones exteriores o los interiores más masificados (discoteca, centro comercial), así como su vestuario, jóvenes atractivos/as vestidos a la última moda caminan implacablemente con absoluta seguridad en si mismos. El maquillaje se erige en el mejor aliado para robotizar los rostros de los sustitutos. Mediante el uso de bases tipo paint stick (por citar algún tipo de maquillaje que produzca este efecto) desnaturalizan los músculos de la cara dando una apariencia hierática, tan bella formalmente como inquietante.
Los personajes que pueblan la película optan por lo fácil, personas mayores, víctimas de la alopecia, de eccemas consecuencia de su voluntaria reclusión, se camuflan en cuerpos perfectos con rostros parecidos a los suyos pero dotados de eterna juventud, o simplemente dejan volar su imaginación para convertirse en algo totalmente diferente (el genial chiste que convierte a un doctor blanco entrado en años en un doctor negro joven de metro noventa). El único personaje que consigue la difícil tarea de empeorar su presencia a través de su doble es, como es lógico, Tom Greer, ningún robot podría tener su incomparable presencia, además, el bronceado y el pelucón que luce su homólogo hacen dar las gracias por que el bueno de Bruce se haya quedado calvo hace años.

Tratándose de un thriller diseñado para el lucimiento de su estrella principal las escenas de acción deberían estar perfectamente medidas y hay que reconocer que en este apartado no se puede reprochar nada a Jonatha Mostow, o más bien a los directores de la primera y segunda unidad que son los que suelen llevar el mando en estas escenas. Lejos de un nuevo “Casino Royale”, las persecuciones, tanto en coche como a pie están rodadas con pulso firme, sin los habituales y molestos barridos; la planificación nos permite seguir sin problemas el desarrollo de la acción y además se dota a las escenas con un loable gusto preciosista sin caer en el manierismo, en este apartado se saca gran partido a las virtudes de los sustitutos, como en la estimulante escena del helicóptero.

En definitiva, Surrogates, tiene el mismo problema que otros títulos de ciencia-ficción recientes, como pasaba en “Gamer”, por citar un ejemplo. Tras un punto de partida interesante y un desarrollo de la trama sugerente, la película termina con un abrupto final que deja un sabor de boca agridulce, pues la película crea enormes expectativas y al final cristaliza simplemente en unas cuantas escenas de acción más o menos bien rodadas, un par de chistes de héroe machote, y algún momento ingenioso (la escena que abre la cinta en la discoteca con el salto del sustituto a la pista de baile y ese local plagado de gente guapa, vestida a la última y sin derramar una gota de sudor, o el genial cartel que anuncia un partido de fútbol extremo y en el que su puede ver una cabeza cercenada), el resto es lo de siempre, un protagonista bueno que lucha contra los malos y toma conciencia de su situación a medida que avanza la trama.



jueves, 17 de septiembre de 2009

SAN VALENTÍN SANGRIENTO 3D

“My Bloody Valentine 3D”
Director: Patrick Lussier
Guión: Todd Farmer, Zane Smith
Música: Michael Wandmacher
Fotografía: Brian Pearson
Intérpretes: Kerr Smith (Axel Palmer), Kevin Tighe (Ben Foley), Tom Atkins (Burke), Jaime King (Sarah Palmer), Jensen Ackles (Tom Hanniger), Edi Gathegi (Martin), Betsy Rue (Irene), Megan Boone (Megan)
(EE.UU, 2009)

Sinopsis:

Tom ha sido el involuntario causante de un accidente en la mina de la ciudad de Harmony que ha acabado con la vida de varios hombres. Cuando el joven, acompañado de su novia y otra pareja se adentra de noche en la mina para celebrar el día de San Valentín, Harry Warden, superviviente de la tragedia que se encontraba en coma, aparece ataviado con su casco de minero asesinando a varios jóvenes con su piqueta hasta que finalmente cae fulminado por un disparo del sheriff. Diez años después, Tom vuelve a Harmony en busca del amor de su vida y para exorcizar los demonios que le han acompañado durante todo este tiempo, pero coincidiendo con su llegada los asesinatos han vuelto a comenzar. El nuevo sheriff, Axel, es el marido de la ex novia de Tom, y verá en él una amenaza para su matrimonio y para el resto del pueblo, considerándolo como principal sospechoso de los asesinatos.

Podríamos decir que “San Valentín Sangriento” es un remake mediocre de un slasher flojo que surgió a la sombra de la “La noche de Halloween” a finales de los setenta. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el guión está lleno de trampas para llegar a un final pretendidamente sorprendente, que los personajes presentados tienen un perfil paupérrimo, carecen de interés y se mueven ante la cámara diciendo un montón de estupideces a través de unos diálogos a caballo entre el Cine X y el culebrón de sobremesa. No estaría de más reclamar a las productoras que estamos hartos de tanto slasher plomizo, qué estamos cansados de scream queens corriendo (encima vestidas) por en medio de los bosques huyendo del psicópata de turno, que ya estamos irritados de tantas localizaciones oscuras, ya sean minas, cavernas o líneas de metro, de actores que más bien parecen modelos de catálogo de centro comercial. Qué la violencia sanguinaria en el horror teen actual luce mucho más con batutas galas o niponas, que un desnudo, aunque sea integral, no basta para mantener el interés de la pajillera audiencia adolescente durante hora y media, que apesta que después de una década continuemos estancados en los esquemas de la trilogía de “Scream” o “Sé lo que hicisteis el último verano”, etc… Todo esto sería válido si la película se hubiera estrenado en 2D… Afortunadamente no ha sido así.

“San Valentín Sangriento 3D” es la película de terror que más me ha hecho saltar de mi butaca desde tiempos inmemoriales. El culpable no es su director, Patrick Lussier, un profano que se atrevió incluso a mancillar el nombre del más honorable de los condes en la insultante “Drácula 2001”, ni de las chillonas Jaime King (“The Spirit”) y Megan Boone, sin la suficiente delantera para enderezar el tedioso desarrollo de la historia; tampoco de los guaperas Kerr Smith(“Destino final”) y Jensen Ackles (“Sobrenatural”) con sus dos registros, niño bueno-chico malo, incapaces de acercarse al clásico héroe de acción. Tampoco me asombraron los meritorios pero superados efectos de maquillaje, ni por supuesto el matarife de turno, al que llevamos viendo treinta años en la pantalla. No, lo que hace de esta película algo diferente es totalmente ajeno al equipo artístico, la verdadera atracción son las gafas polarizadas que te dan en la sala de cine cuando enseñas tu entrada. Una ventana a un nuevo mundo.


Lejos de aquellas entrañables pero poco útiles gafas de cartón con un cristal (más bien plástico) de cada color, tan extendidas en nuestro país durante los años 80 y primeros noventa, (que lo único que conseguían era dar dolor de cabeza y ver a Freddy Krueger a través de un filtro blaugrana), estas nuevas gafas, a pesar de su aspecto ortopédico realmente funcionan.

La magia es posible gracias a que la película está grabada con cámaras estereoscópicas, las cuales graban con dos objetivos en vez de uno. Al reproducir lo grabado la imagen se ve borrosa, las imágenes están polarizadas en ángulos diferentes, cada cristal de las gafas 3D está polarizado para recibir una de las dos imágenes, de este modo cada ojo envía una imagen al cerebro, dando volumen a los objetos percibidos.

Gracias a este invento, por el que William Castle hubiera matado sin dudar, el cine vuelve a recuperar el espíritu de barraca de feria, una película tan previsible, repetitiva y mediocre como “San Valentín Sangriento” se convierte en el complemento ideal para una sesión retro freak inolvidable. La simpleza argumental de la propuesta hace que podamos desconectar el cerebro centrándonos sólo en las maravillas que nos ofrece la visión estereoscópica (prueben la experiencia epiléptica de pasar el dedo intermitentemente por el sensor situado en el medio de las gafas), cada aparición del psicópata en pantalla nos hace temblar de emoción, tan pronto nos lanza el pico a la cara como nos salpica con la sangre de sus víctimas, lo que en otras circunstancias sería un absoluto aburrimiento se convierte en una gratificante gamberrada intensamente vivida.

La plana propuesta es de lo más indicada para experimentar el invento por primera vez, sólo si te gusta ver litros de sangre bañando la pantalla, claro; ahora faltan por descubrir los talentos que nos vaya deparando el nuevo medio, el plano cobra ahora una nueva dimensión en el sentido literal. James Cameron parece tomar ventaja de momento, su tráiler de “Avatar” en este nuevo formato es superlativo, impresiona más que el metraje completo de la tontería filmada por Patrick Lussier.

¡En U.S.A ya está en DVD!


miércoles, 16 de septiembre de 2009

PEOR... ¡IMPOSIBLE! XI, TERCER ASALTO. DEL HUMOR AL HORROR.

Continuando con el interrumpido repaso a lo que deparó este año el ciclo “Peor… ¡imposible!”, les dejo este post con lo proyectado el ya lejano miércoles 26 de agosto.

El día estuvo dedicado al cine de género europeo, incluyendo un coloquio con la presentación del estupendo libro “Hecho en Europa, cine de géneros europeo, 1960-1979” coordinado por Javier G. Romero y editado por la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Un servidor, al igual que todos los asistentes al evento se lo llevó por la cara, otro lujazo más dentro de esta mágica iniciativa.

“Argoman”, la película de Sergio Grieco fue la encargada de abrir el día.

LA HISTORIA: Las joyas de la corona británica han sido robadas, a pesar de que la ladrona, Jenabelle, ha dejado firmado (literalmente) su crimen. Scotland Yard sospecha de Argoman, ambiguo héroe con gusto por lo ajeno. El inspector Lawrence, encargado de la investigación busca consejo en Sir Reginal Hoover, un aristócrata play-boy con información privilegiada sobre las actividades criminales. (hecho bastante lógico teniendo en cuenta que el personaje en cuestión es en realidad Argoman).

Por muchas películas de super-héroes que uno haya visto es imposible estar preparado para esta locura. En realidad, más que ante un super-héroe nos encontramos ante un super-espía mutante… ¡cómo suena!. Argoman tiene superpoderes, siendo el más destacado la telequinesis, pudiendo mover objetos (aunque hasta cierto tamaño). Su indumentaria con mayas amarillas, pasamontañas y capa negros unido a esas gafas futuristas en plástico rojo le confieren un look muy similar al de Cíclope, el mutante de los X-Men. Además sus ojos se iluminan de la misma manera cuando hace uso de sus poderes psíquicos.

Lo más hilarante de Argoman no son sus poderes sino una de sus debilidades. Todas sus extraordinarias habilidades quedan en suspenso las seis horas posteriores a la práctica sexual, lo que por supuesto no va a impedir que este Sir esté todo el día en celo. Este particular es de lo más ingenioso de la trama, acarreando memorables conversaciones entre Reginald y su preocupado mayordomo Chacra, siempre pendiente del reloj para ver cuando el señorito puede volver a entrar en acción.

No son pocas críticas las que apuntan a la serie televisiva de Batman de Adam West como fuente principal del personaje. Razón no les falta, sobre todo por la ridícula vestimenta de Argoman (aunque éste cambie el azul por el amarillo Diabolik) y las irrisorias escenas de acción (la manera afeminada en la que corre Roger Brown es de lo más delirante de la película). Sin embargo los personajes son totalmente contrarios.

Batman es un héroe enmascarado que se hace pasar por play-boy cuando ejerce de Bruce Wayne para distraer a los malhechores dada su faceta pública en Gotham mientras que Argoman es un auténtico vividor que disfruta en su mansión situada en una paradisíaca isla mediterránea y que usa su tecnología al servicio del placer antes que de la justicia. Para muestra esa chorva-agenda en pantalla de vídeo que va mostrando a las apetecibles señoritas que el galán suele frecuentar y que permite además acceder a video llamada, la escena en cuestión muestra a la damisela mientras se da un burbujeante baño.

Teniendo en cuenta que Sir Reginald, pues el canallesco personaje tiene tanto o más protagonismo que el propio Argoman, utiliza su personalidad super-heroica para espiar las actividades delictivas, pero al mismo tiempo su naturaleza es eminentemente epicúrea (estamos ante un mujeriego empedernido que además se divierte jugando con su gobierno ya que suele robar cosas él mismo para más tarde devolverlas), se podría concluir que la película debe tanto al género de super-héroes como al Spionistico, (corriente italiana de explotación surgida al rebufo del éxito del super-agente británico James Bond). Sin duda existen más paralelismos entre el personaje creado por Ian Fleming y Argoman que con el héroe enmascarado de los comics de la DC, aunque sea en su colorista versión televisiva.



LA ESCENA: Después de quedar con una de sus amigas a través de su espectacular chorva-agenda, Sir Reginald, aburrido, ve pasar a una atractiva chica en bikini a bordo de su hovercraft y haciendo gala de sus poderes arrastra a la joven hasta su casa para proponerle un estimulante juego. Como si se tratara del plató de “El precio justo”, el play-boy, mando a distancia en mano, abre una habitación ocupada por un Rols-Royce y unas joyas, a continuación abre otra en la que hay una cama… parece que la apuesta está clara. La hembra accede a jugarse sus encantos al lanzamiento con arco y, tras un fallo estrepitoso, el dandy consigue su objetivo. Tras la cópula la mujer vuelve a empuñar el arma haciendo un certero lanzamiento aunque, humildemente, accede sólo a quedarse con las joyas pero el generoso Sir le regala además un abrigo de piel, que Chacra le pone a la dama cual azafata televisiva.

Lo más gracioso del tema es que al final resulta que la atractiva joven que casualmente pasaba por allí resulta ser Jezabell, la supervillana de la función. Un personaje habitual en las producciones populares, la super mujer, inteligente, atractiva y decidida, al servicio del mal que finalmente cae rendida ante los encantos del héroe al servicio del bien (aunque en este caso sea el propio).

El divismo de Jezabell queda manifestado en la carta que deja cuando roba las joyas en la que firma como la reina del mundo. Pero nada más fidedigno que sus vestidos, diferentes en cada escena, siendo cada uno de ellos más estridente que el anterior, que van en consonancia con el resto de la producción.

El final de la película es para enmarcar, no quiero desvelarlo porque merece la pena verlo, tan sólo señalaré que entronca perfectamente con esa amoralidad tan característica de estos héroes.


“Los 3 superman en la selva” de Bitto Albertini. (Che fanno i nostri supermen tra le vergini della giungla? España-Italia, 1971)

El nombre de Bitto Albertini es indisociable del cine de género italiano, tanto en producciones únicamente del país trans-alpino como en coproducciones. Desde su juventud hasta pasados los sesenta años de edad, Bitto, quien firmara en ocasiones con pseudónimos como Adalberto Albertini, Stanley Mitchel o Ben Norman, dedicó toda su carrera a la realización de películas destinadas al entretenimiento. Combinando diferentes tareas dentro de la elaboración cinematográfica, desde operador de cámara hasta guionista, tocó todos los géneros posibles en el ya de por sí rico mundo del cine de género europeo. Colaboró en pseudo bonds como “Agente segreto 777” o “002 agenti segretissimi”, dirigió auténticos clásicos del exploit erótico, suyas son las dos primeras partes de “Enmanuelle negra”, y, por supuesto, contribuyó al cine de superhéroes en mallas con “Goldface, il fantastico superman” y un par de títulos de la saga de los supermen, además del que nos ocupa también fue el responsable de la segunda película de la saga “Los tres supermen en Tokio”.

Aunque a día de hoy nos pueda parecer increíble, las películas de los supermen eran tan populares en su época que llegó a filmarse una saga completa con las aventuras protagonizadas por estos tres personajes: “Tres superhombres” (I fantastici tre supermen), “Tres superhombres en Tokio” (Tre supermen a Tokio), “Los tres supermen en la selva (Che fanno i nostri supermen tra la vergini Della giungla?), “Así la armaron los 3 superhombres en el Oeste” (…E cosi divennero i tre supermen del West). Hasta aquí la saga italiana, que luego se vería completada en 1986 por la postrera “Tre supermen a Santo Domingo”, por el medio la cosa se desmadró todavía más y se pergeñaron productos de acongojante sonoridad como “Hong Kong 3 supermen desafío al Kung Fu”, “3 supermen contra el padrino” (en gloriosa coproducción con España y Turquía), “3 supermen at the Olympic Games” o “Super Wan Tu Tri” (no, el título no fue idea de las Azucar Moreno, la cosa se realizó en Filipinas), “Supermen and Mad Girl”, primer exploit turco, tiene un título incluso serio en comparación con el resto.

Nos encontramos pues en la tercera aventura de la saga. Dos de los integrantes del heroic trío están a punto de ser colgados por el pescuezo en una remota tribu. La CIA no duda en interrumpir la boda del tercero en discordia para que salve a sus compañeros y, junto a ellos, lleve a cabo una misión de vital importancia para el devenir de EE.UU. Han de comprar un territorio perdido en mitad de sabe dios que selva antes de que lo hagan los soviéticos, pues es de una importancia estratégica vital.

Como se podrán imaginar la trama no es más que una excusa para ver a los 3 supermen desvariando por en medio de la selva (en realidad Torrelodones, Madrid), ligando con una tribu gobernada por mujeres (todas ellas muy bien peinadas y maquilladas), y peleando con los soviéticos, encabezados por Frank Braña, que bailan al estilo Kasatchok cada vez que les sonríe la suerte.

Una de las cosas que más se agradecen es la extraña relación entre el trío protagonista. Lejos de llevarse bien, como buenos superhombres, están en constante lucha. La pareja formada por Martin y Dick intentan a la mínima ocasión traicionar al bueno de Steve, que no escarmienta de las jugarretas de sus compañeros.

Los personajes responden al típico patrón de comedia. Por un lado tenemos al buenazo, Steve, que además de ser el más valiente es el más apuesto (interpretado por el culturista-actor? Brad Harris), Martin es todo lo contrario, pensando sólo en su propio bienestar arrastrará a Dick en sus fechorías, el personaje más puramente cómico, capaz de comunicarse con los animales pero no con los seres humanos.

Una comedieta aderezada con tribus caníbales y bellas féminas ligeras de ropa que curiosamente hace más gracia cuando intenta funcionar como película de aventuras. Las partes cómicas fracasan por su excesiva ingenuidad que las hace demasiado previsibles, como la escena en la que Steve explica a Dick lo abiertos que hay que tener los ojos en la selva dada la peligrosidad del entorno mientras él mismo es acechado por serpientes y tarántulas sin percatarse.




“Las garras de Lorelei” (Amando de Ossorio, 1974)

El tristemente desaparecido director gallego Amando de Ossorio, conocido sobretodo por su tetralogía sobre los caballeros templarios-zombie, fue el encargado de cerrar la noche con esta curiosa versión hispánica de las leyendas del folklore germano.

LA HISTORIA: Una pequeña población a orillas del Rhin vive atemorizada tras la consecución de una serie de asesinatos especialmente sangrientos. La leyenda de Loreley, una sirena germana que necesita alimentarse del corazón de vírgenes para mantenerse con vida, parece estar detrás de los terribles sucesos.

El internado femenino del pueblo, objetivo lógico de la asesina, contrata a un joven cazador para que vigile las instalaciones. La llegada del forastero supone una auténtica revolución entre las jóvenes, que no están acostumbradas a la presencia de hombres en su residencia; sin embargo, el joven parece más interesado en una misteriosa mujer que surge inesperadamente de las aguas. Desoyendo las leyendas populares el joven continúa su relación con Loreley, mientras continúan los asesinatos, hasta que es seducido por una de las encargadas del internado siendo descubierto por su misteriosa amante.

Ante todo hay que dejar claro que estamos ante un auténtico bodrio, que nadie se deje embelesar por cantos de sirena, las leyendas germánicas de los nibelungos, el héroe Sigfrido y la propia Loreley, todos juntos y revueltos, lejos de dar interés a la delirante trama, le dan una pretensión vacía e innecesaria que consigue convertir en tedioso el desarrollo del metraje.


Si hay algo que invite a su visionado es el impresionante plantel de féminas que presenta la producción. Loreley está encarnada por Helga Liné, auténtico fetiche del cine fantaterrorífico y de destape, que un año antes había trabajado con Paul Naschy en “El espanto surge de la tumba” y con el mismísimo Santo en “Santo contra el Dr. Muerte”, las virtudes (anatómicas) de esta señora creo que han quedado bien claras a lo largo de su dilatada filmografía, al igual que la buena de la película, una impresionante Silvia Tortosa, años antes de ser portada de Interviú.

Las mujeres de la época quizá disfrutaran de un Tony Kendall recién salido de “La frusta e il corpo” de Mario Bava, que aquí anda totalmente perdido, aunque eso sí, marca paquete en sus embutidos pantalones de campana y exhibe torso durante la mayor parte del metraje, siempre con su rifle cerca. Sus andares chulescos son lo más reseñable de su interpretación, aunque es justo decir que hay que ser muy hombre para recitar esos diálogos que ponen en su boca, como cuando ya muy avanzada la trama, estando clara la causa de las muertes, ejerce como detective diciendo: “Aquí hay algo sobrenatural”. Quizá se le pegara la verborrea de su amante Loreley que al principio de su relación le espeta un: “Has pensado en nuestro futuro”, la muchacha se ve que tanto tragar corazones no pierde el optimismo.

A parte de hacernos reír involuntariamente y alegrarnos la vista con los jóvenes protagonistas, la película destaca por la resolución de cada uno de los asesinatos, especialmente virulentos, no se escatima en sangre ni en violencia. Dejando de lado el disfraz de monstruo que representa la transformación de Loreley la cámara se recrea en más de una ocasión en primeros planos de casquería que resultan efectivos a pesar de su tosquedad en lo que al apartado técnico se refiere.


martes, 8 de septiembre de 2009

GAMER

“Gamer”
Director: Mark Neveldine, Brian Taylor.
Guión: Mark Neveldine, Brian Taylor
Intérpretes: Gerard Butler, Amber Valletta, Michael C. Hall, Kyra Sedgwick, Logan Lerman, Alison Lohman, Terry Crews, Ramsey Moore, John Legizamo, Milo Ventimiglia, Ludacris, Aaron Yoo, Jonatahn Chase, Dan Callahan, Brighid Fleming, Johnny Whitworth, Keith Jardine.
(EE.UU, 2009)

Sinopsis:
E.E.U.U en un futuro indefinido. Ken Castle, un excéntrico científico, ha creado un chip que mediante la transmisión de nanocélulas permite controlar la voluntad de la persona a la que le ha sido implantado. Gracias a ello, y aprovechándose de la popularidad de la que gozan los videojuegos y los reality televisivos, Castle desarrolla una serie de videojuegos online entre los que destacan “Society”, (la versión de “Sims” que permite controlar verdaderos seres humanos) y “Slayers” (juego de guerra al estilo “Call of Duty” donde los combatientes son en realidad reclusos controlados por gamers).
Kable, el personaje más admirado de “Slayer”, se encuentra a tan sólo cuatro partidas de obtener la libertad. Nadie hasta el momento ha vivido hasta superar las treinta batallas que permiten abandonar la prisión y él luchará hasta el final para recuperar su verdadera vida, aquella que está junto a su mujer y su hija. Por otro lado Simon, un adolescente rico, es el gamer que con destreza maneja a Kable en su cruzada, pero para él, como para el resto de la población (exceptuando el grupo de resistencia “Humanz”, que constantemente piratea la red de Castle) no es más que un personaje de un juego cuya vida tan sólo vale su prestigio como gamer.
Neveldine/Taylor son la frenética dupla de directores responsables de “Crank”, auténtico bombazo del cine de acción contemporáneo en su vertiente más salvaje y, eminentemente, heterosexual. Con el estreno en España de su secuela aún pendiente nos entretienen mientras tanto con altas dosis de violencia, cyber sexo bizarro y futurismo pop, con este juguete electrónico de última generación ideal para refrescar la última etapa del verano.
A pesar de la fuerte influencia estética de los videojuegos en primera persona o de los videoclips, la película deja un regusto ochentero tras su visionado. Las similitudes argumentales con ese gran clásico de la Sci-Fi hipermusculado titulado “Perseguido” (The running man), son más que evidentes. No sólo por el planteamiento, (presos que se juegan su libertad a costa de perder su propia vida en un hiper-violento concurso televisivo para el regocijo de millones de espectadores), sino por la figura del héroe que, encerrado injustamente, se encargará de demostrar su libertad ante el mundo y acabar con el poderoso que le puso contra las cuerdas.
Con esta máxima tan característica del Peplum más plano (el parecido de Kable con el Máximo de “Gladiator” es más que razonable) bajo la turmix más o menos postmoderna de Neveldine/Taylor el resultado es un auténtico festín para el amante del cine directo carente de pretensiones.
La acción del relato se desarrolla en tres escenarios bien diferenciados, por un lado están los dos reality games: Slayers y Society; por el otro la alucinada y perversa realidad.
SLAYERS:
La sangre riega las pantallas de los extasiados televidentes en “Slayers”. Paisajes urbanos, grisáceos y desolados, son el lugar ideal para que los “psicópatas del corredor de la muerte” obtengan su “merecido” a manos de sus propios compañeros en un baile de fuegos cruzados que, a través de rápidos barridos, apabullan nuestras retinas. En un país dónde el sistema penitenciario se encuentra saturado y la guerra por televisión es un gran negocio, ningún programa podría tener más éxito que este.
La gran atracción de esta salvaje realidad es el duro de Kable (Gerard Butler), identidad virtual de un hombre injustamente encarcelado al que han alejado de su familia, quien recupera la fiereza de Leónidas para convertirse en un gladiador que no dudará en despedazar a todos sus oponentes con tal de recuperar a su mujer y su hija.
SOCIETY:
Para los amantes del colorín,el ligoteo, y la fiesta, Castle también tiene su dosis. Idiotizados durante años ante reality shows, construyendo personajes que asuman los roles que a ellos les gustaría desempeñar en la vida real en un juego on-line sobre relaciones sociales, los clientes de “Society” pueden experimentar mediante realidad virtual todo aquello que les era negado en su triste existencia.
A través de una escena al acertado ritmo de “Discovery Chanel” de los Bloodhound Gang, se describe con excelente precisión visual todo lo que significa “Society”. Colores chillones, estilismo hortera, cuerpos duros con ropa ajustada que danzan como idiotas en medio de una plaza a la luz del sol. La lúbrica presencia de Amber Valetta, en la piel de Angie (esposa de Kable), se erige en diosa del ciber-universo pop con sus bragas ajustadas y su peluca blanca, cortesía del seboso pervertido que mueve sus hilos al otro lado de la red.
REALIDAD:
La brutalidad de Slayers y la frivolidad de Society se aúnan en una sociedad sin valores en la que la vida privada vale exactamente lo mismo que el PPV. Con las grandes corporaciones televisivas controlando a su antojo el gusto del público el megalómano Ken Castle se erije como dios absoluto. El pérfido multimillonario, interpretado por un sorprendente e histriónico Michael C. Hall en clara consonancia con su rol televisivo en “Dexter”, domina el mundo con sus ingenios mecánicos dignos del Mad Doctor más psicotrónico de la serie Z.
La escena final con el previsible duelo entre Máximo/Kable y el malvado Castle es tan artificial como refrescante, con claras resonancias al Bond más delirante (la mansión de Castle recuerda a la del personaje de Christopher Lee en “El hombre de la pistola de oro”) se introduce, además, el musical de Broadway entre el previsible reparto de hostias. Nuevamente el videoclip vuelve a ser un recurso, para algunos manido, que saca petróleo en manos de aquel que sabe manejarlo a su antojo.


En definitiva una película de acción cuya coartada de crítica social lejos de hacer reflexionar al espectador como lo hicieran ilustres predecesoras en el género como “Desafío Total” o “Terminator”, no impide el disfrute de un espectáculo pirotécnico mucho menos vacío y más divertido de lo que la mayoría comenta, con grandes momentos de comedia gamberra que son ya un sello característico de sus autores (no se pierdan el acalorado y alocado encuentro entre Amber Valletta y Milo Ventimiglia).