Director: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Intérpretes: Brad Pitt, Mélanie Laurent, Christoph Waltz, Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger, Daniel Brühl, Til Schweiger, Gedeon Burkhard, Jacky Ido, B.J. Novak, Omar Doom, August Diehl, Denis Menochet, Sylvester Groth
(EE.UU, 2009)
Sinopsis:
Hans Landa, un oficial de las SS cuya misión es acabar con todo aquel judío que aún permanezca en suelo francés deja escapar a una joven llamada Shosanna, en una de sus carnicerías en una pequeña aldea, tras acribillar al resto de su familia. Mientras tanto, un grupo de soldados judío-americanos son adiestrados por el teniente Aldo Raine para torturar y matar nazis, su sanguinaria reputación les precede llegando incluso a oídos del Führer, se les conoce con el sobrenombre de “Los Bastardos”.
Tres años después, Shosanna, bajo una nueva identidad regenta un cine en París. Frederick Zoller, un soldado alemán, admirado entre los suyos por haber matado a 300 soldados rusos, se enamora de ella y convence al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebels, para estrenar la última película de Lenni Riefensthal, de la que él mismo es protagonista, en el modesto cine de Shosanna. La ocasión idónea de la joven para vengar a sus familiares y al resto del pueblo judío.
El estreno de la película en el cine reunirá a toda la cúpula nazi bajo un mismo techo, incluso se rumorea que Adolf Hitler podría asistir a la proyección. Aldo Raine organiza un equipo de topos para colarse en el estreno ayudados por Bridget Von Hammersmark, una actriz alemana que trabaja como espía para el enemigo. Todos están preparados para recibir a los altos mandos del Tercer Reich como se merecen.
La última obra de Tarantino nace, como todas sus obras anteriores, del eclecticismo, de la hibridación, del pastiche, de la tradición de la música popular, el cómic y el cine de derribo, estamos ante la obra más postmoderna del director más postmodernista de occidente. Que nadie que se asome al cine a ver “Inglorious Basterds” se espere una película de cine bélico, Tarantino no nos da su visión sobre la Segunda Guerra Mundial, ni realiza un remake sobre el exploit italiano “Aquel maldito tren blindado”, tampoco estamos ante un velado homenaje-plagio de su adorada “Doce del Patíbulo”. No, Tarantino, simplemente nos cuenta su película, la que nos lleva contando desde “Reservoir dogs” que tampoco era una película de cine negro, la que volvió a repetir en “Pulp Fiction”, dónde el cuarto de libra con queso o los masajes en los pies tenían más peso que la supuesta trama noir, o lo mismo que nos contaba en “kill Bill”, dónde la conversación sobre la mitología de Superman tenía tanto protagonismo como los ecos del Spaghetti Western, las katanas y los golpes de Kung-Fú.
Con una trama lineal, en disonancia con los ejemplos anteriores, inteligentemente llevada para hacer converger a los diferentes personajes en un único lugar en su memorable último capítulo, se describe coherentemente a través de cuatro fragmentos previos las circunstancias que llevan a la catarsis final. “Inglorious basterds” no tiene un protagonista claro, no obstante, la simpatía del espectador cae del lado de los Bastardos, debido a su excéntrico y carismático carácter, además de por los evidentes motivos históricos. El líder del escuadrón, el teniente de sangre apache llamado Aldo Raine, es un personaje construido a base de trazos gruesos a través de una expresión oral que firmaría el Guy Ritchie de “Snatch…”, e interpretado con sorna por Brad Pitt, emulando con su mueca de mandíbula al Brando de “El padrino”. Al igual que el resto de la banda de psicópatas tortura-nazis, no es el personaje más logrado de la peícula. Le secundan Hugo Stiglitz, (acongojante presencia la de Til Schweiger), un judío alemán que emigra a EE.UU y vuelve a Europa para masacrar nazis; y Donnie Donovitch, apodado el oso judío, un amante del baseball que disfruta destrozando nazis con su bate, interpretado con entusiasmo por Eli Roth quien parece disfrutar tanto machacando cráneos en escena como rodando una de sus gamberradas gore.
Los Bastardos aportan gran parte de la hilaridad que sobrevuela el filme; sin embargo, las actuaciones más notables se encuentran en el bando enemigo. La caricatura de Hitler es un icono cinematográfico desde el estreno de “El Gran Dictador”. Sin elevase en esta ocasión a un retrato tan certero como el conseguido por Chaplin el personaje funciona como bufón, en escasas pero celebradas apariciones, en medio de la gran farsa que Tarantino teje a su alrededor. De mayor presencia goza un rígido y patético Joseph Goebels, bordado por Sylvester Groth, empequeñecido ante la presencia de su estupenda amante, una Julie Dreyfus siempre perfecta como femme fatale (recuerden “Kill Bill, vol 1.”). Menos vistosa resulta la presencia de Daniel Brühl en la piel del soldado Frederick Zoller, que responde a un cliché, aunque es indudable su papel fundamental en la resolución de la trama.
La Némesis perfecta de Landa, es la joven Shosanna, la escena en la que se reencuentran en un restaurante de París (lógicamente Hans no recuerda a la joven) es quizá la que mayor tensión acumula de todo el filme, la interpretación de esta secuencia de Mélanie Laurent, a través de primerísimos planos en los que tan sólo gesticula, es una lección de interpretación por parte de la actriz parisina y de dirección de actores del genio de Tenesse. El personaje de Shosanna está dotado del coraje y la valentía habituales en las heroínas tarantinianas, desde Jackie Brown hasta la Mamba Negra. El horror que la joven francesa sufre ante el asesinato de su familia la hace más fuerte, el odio la alimenta y la venganza es la evolución lógica de su personaje. Tampoco le faltan agallas al otro gran personaje femenino, Diane Kruger está arrebatadora bajo la sensual envoltura de Bridget Von Hammersmark, la particular Mata Hari de la historia, que intentará ayudar a los Bastardos en su complicada tarea de aniquilar al Tercer Reich de una sola tirada.
Como bien sabe cualquier aficionado las inquietudes de Tarantino, por supuesto, no se limitan exclusivamente al ámbito cinematográfico, la música sigue jugando un papel predominante en sus producciones. Ennio Morricone ocupa en esta ocasión el grueso de la B.S.O, el contrapunto perfecto lo pone la versión de “Putting out fire”, que David Bowie interpretó para la película “El beso de la pantera” de Paul Schraeder, en una preciosista escena en la que Shosanna se maquilla momentos antes de poner en marcha su plan para aniquilar a los nazis. El clasicismo lo pone el tema de fondo a los créditos de apertura, una versión instrumental del célebre “Green leaves of summer” de la película “El Álamo”.
Los detractores de Tarantino tienen el trabajo terminado de antemano, enarbolaran su oxidado discurso sobre la separación de ética y estética que presentan las obras del director, considerando por tanto su obra vacía, carente de contenido moral y, por ende, carente de valor artístico, ya que el arte ha de ser trascendente. Se acusará su obra por tanto de formalista e incluso de reaccionaria. Sin embargo, la ficción que Tarantino decide abrazar en pos de dar la mayor libertad argumental posible al relato, consigue, no sólo divertirnos con una particular (per)versión de cierto momento de la Segunda Guerra Mundial, sino imbuirnos de lleno en la dureza de la contienda, hacernos partícipes del horror de la guerra, del pánico que sufrían los judíos perseguidos, de la inocencia de muchos de los combatientes; en definitiva, nos hace reflexionar sobre nuestro terrible pasado y las consecuencias de la guerra a la vez que nos arranca una sonrisa a través de sus Bastardos, con esa curiosa habilidad para convertir el acto más grotesco y salvaje en motivo de carcajada.
Los incondicionales, por el contrario, ensalzarán esta nueva obra por su indudable belleza formal, su salvaje sentido del humor, su espíritu de ficción netamente pulp y sus brillantes diálogos, (como el monólogo de apertura en el que Landa establece la comparativa alemán-halcón y judío-rata). No les falta razón, pero no podemos olvidar que todo esto estaba presente en sus obras anteriores. Quizá su discurso postmoderno haya llegado a su fin por agotamiento de la fórmula.
Vista en perspectiva la carrera cinematográfica de Tarantino tocó techo con “Kill Bill, vol 1.”, para más tarde caer bruscamente de su pedestal con la anodina “Death Proof.”. Ahora el director norteamericano vuelve a la senda que le dio el éxito, lo que le asegura el beneficio en taquilla y el parabien de sus admiradores. Pero hay algo de estático en su cine que le impide avanzar, desligarse de ese deslumbrante realizador nobel que sorprendió a todo el mundo en el Festival de Cannes de 1992. En “Inglorious Basterds” hay momentos de gran cine, pero el espíritu que respira el filme continúa teniendo un leve aroma adolescente, una falta de madurez cinematográfica, que, aún siendo premeditada, y posiblemente consecuencia lógica de la naturaleza popular de su cine, impide a Tarantino erigirse en portavoz de una generación de cineastas realmente rompedora. No cabe duda que nos encontramos ante un talento muy por encima de la media actual de cineastas norteamericanos; sin embargo, si continúa mirando hacia atrás en vez de hacia delante quizá nunca consiga realizar esa obra maestra ante la que, según Aldo Raine (una pirueta ombliguista más), nos encontramos.
6 comentarios:
Mucho se podría comentar de "Inglorious Basterds", y en mucho de ello estaría de acuerdo contigo. Pero no en la reflexión final.
Creo que pretender que la gran obra de Tarantino dependa de una supuesta maduración es un error. Tarantino es grande (que lo es) porque no parece que vaya a dejar de ser nunca un enfant terrible. Cuando ves sus películas, desde "Reservoir Dogs" hasta "Death Proof" y esta "Inglorious Basterds", se nota que disfruta con la cámara. Nos cuenta la historia que él querría ver en el cine, o más bien la que él querría haber descubierto en mitad de una fila de cintas de video en un rato perdido en el trabajo.
Y ahí radica su magia. No es una postura aposta, lo que arruina normalmente a Robert Rodríguez, no es un ejercicio consciente... simplemente es un niño grande con un juguete que le gusta mucho. Y por eso resulta fresco, por eso vomita referencias sin pudor y al final sales de la película con una sonrisa de oreja a oreja.
Si algún día madura, si algún día se convierte en un director de esos que hace las películas porque es su trabajo... seguramente entonces Tarantino se convertirá en una pálida sombra de si mismo. Personalmente sólo puedo desear que eso no ocurra nunca.
Es un film irregular, con 2 grandes escenas y un gran villano, pero el resto no está a la altura. El resultado, en mi opinión, no está a la altura de lo esperado. Divierte pero menos que otras veces. Es lo que tiene mirarse el ombligo.
Como podrás leer en mi post, la película me parece muy buena, pero no a la altura de Kill Bill. Supono que este film marcará un punto de inflexión en la carrera de Tarantino.
Saludos
Arizafel: Siempre he sido un admirador del trabajo de Tarantino, desde "Reservoir dogs" hasta "kill Bill, vol. 2", pero lo que hacía grande, para mí, el relato épico dedicado a la Mamba Negra y a Bill eran los momentos más dramáticos: El principio y el final del primer volumen, que le ponían a uno los pelos de punta o la mística de Hattori Hanzo y sus Katanas, otros momentos, como la sanguinaria escena de los 88 maniacos tampoco desafinaban, aunque quizá la escena tuviera un metraje excesivo; sin embargo, momentos como la decapitación del yakuza a manos de O-Ren Ishii y su posterior monólogo no me aportan nada, no me resulta violento ni divertido. Es este tipo de escenas las que para mí flojean en "Inglorious basterds", las dedicadas a los Bastardos en general, Eli Roth con su bate de baseball puede arrancarte alguna risa pero no es comparable con los momentos de gran cine que se alcanzan con Christoph Waltz y Mélanie Laurent en pantalla.
Teniendo en cuenta estos grandes momentos de cine con mayúsculas está claro que Tarantino ya ha madurado, es más, me atrevería a decir que siempre ha estado maduro, "Reservoir dogs" hubiera sido imposible en caso contrario, el problema es que quizá sea preso de su propio personaje y se empeñe en meter unos chistes que en ocasiones chirrían con el resto del conjunto. Lo que no tiene que ver con su naturaleza intertextual de meter referencias, citas y mezclar géneros sin pudor, lo que, para mí, denota madurez antes que lo contrario.
Sacarte una sonrisa está bien pero emocionar, sin sentimentalismos baratos estilo Amenábar, está al alcance de unos pocos y Tarantino es uno de ellos.
Simplemente se lo exijo al que sé que puede dármelo.
Luis Cifer: Coincido contigo no se puede decir más con menos palabras.
Crowley: Tuve el gusto de leer tu crítica en su momento, como habrás podido ver no coincido con tu valoración, desde luego está muy por debajo del nivel de "Kill Bill" que también considero su obra maestra.
Kraven, voy a ser bastante directo y lo que voy a comentar sobre la película provocará que la próxima vez que nos veamos hablaremos largo y tendido sobre esta película.
Lo primero que debo decir es que me costó verla y se em hizo interminable. Algunos planos y sobre todo algunas escenas se me hicieron muy largas a la par que pesadas.
Las escenas de violencia no me gustaron lo suficiente para tratarse de escenar filmadas por Tarantino.
Ningún personaje tiene el carisma que suelen tener sus personajes, ni Brad Pitt me gustó especialmente y sabes que es una actor por el que tengo devoción.
Como no me apetece seguir rajando de la película diré dos cosas que me gustaron: la caracterización de los personajes históricos y la presencia escénica de Til Schweiger, actor que posee una "mirada de bombardero" a la altura de la del mismísimo Eastwood.
Pues a mi me parece que Hans si recuerda a Shosanna, todo parte de su plan desde un inicio, es una de las cosas que explicaría el porqué mata de forma tan alejada de su personaje a la espía Bridget -quien además era parte de su círculo inmediato- y el porqué mientras el guarda semejante profundidad como personaje el resto aparece acartonado.
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