miércoles, 16 de septiembre de 2009

PEOR... ¡IMPOSIBLE! XI, TERCER ASALTO. DEL HUMOR AL HORROR.

Continuando con el interrumpido repaso a lo que deparó este año el ciclo “Peor… ¡imposible!”, les dejo este post con lo proyectado el ya lejano miércoles 26 de agosto.

El día estuvo dedicado al cine de género europeo, incluyendo un coloquio con la presentación del estupendo libro “Hecho en Europa, cine de géneros europeo, 1960-1979” coordinado por Javier G. Romero y editado por la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Un servidor, al igual que todos los asistentes al evento se lo llevó por la cara, otro lujazo más dentro de esta mágica iniciativa.

“Argoman”, la película de Sergio Grieco fue la encargada de abrir el día.

LA HISTORIA: Las joyas de la corona británica han sido robadas, a pesar de que la ladrona, Jenabelle, ha dejado firmado (literalmente) su crimen. Scotland Yard sospecha de Argoman, ambiguo héroe con gusto por lo ajeno. El inspector Lawrence, encargado de la investigación busca consejo en Sir Reginal Hoover, un aristócrata play-boy con información privilegiada sobre las actividades criminales. (hecho bastante lógico teniendo en cuenta que el personaje en cuestión es en realidad Argoman).

Por muchas películas de super-héroes que uno haya visto es imposible estar preparado para esta locura. En realidad, más que ante un super-héroe nos encontramos ante un super-espía mutante… ¡cómo suena!. Argoman tiene superpoderes, siendo el más destacado la telequinesis, pudiendo mover objetos (aunque hasta cierto tamaño). Su indumentaria con mayas amarillas, pasamontañas y capa negros unido a esas gafas futuristas en plástico rojo le confieren un look muy similar al de Cíclope, el mutante de los X-Men. Además sus ojos se iluminan de la misma manera cuando hace uso de sus poderes psíquicos.

Lo más hilarante de Argoman no son sus poderes sino una de sus debilidades. Todas sus extraordinarias habilidades quedan en suspenso las seis horas posteriores a la práctica sexual, lo que por supuesto no va a impedir que este Sir esté todo el día en celo. Este particular es de lo más ingenioso de la trama, acarreando memorables conversaciones entre Reginald y su preocupado mayordomo Chacra, siempre pendiente del reloj para ver cuando el señorito puede volver a entrar en acción.

No son pocas críticas las que apuntan a la serie televisiva de Batman de Adam West como fuente principal del personaje. Razón no les falta, sobre todo por la ridícula vestimenta de Argoman (aunque éste cambie el azul por el amarillo Diabolik) y las irrisorias escenas de acción (la manera afeminada en la que corre Roger Brown es de lo más delirante de la película). Sin embargo los personajes son totalmente contrarios.

Batman es un héroe enmascarado que se hace pasar por play-boy cuando ejerce de Bruce Wayne para distraer a los malhechores dada su faceta pública en Gotham mientras que Argoman es un auténtico vividor que disfruta en su mansión situada en una paradisíaca isla mediterránea y que usa su tecnología al servicio del placer antes que de la justicia. Para muestra esa chorva-agenda en pantalla de vídeo que va mostrando a las apetecibles señoritas que el galán suele frecuentar y que permite además acceder a video llamada, la escena en cuestión muestra a la damisela mientras se da un burbujeante baño.

Teniendo en cuenta que Sir Reginald, pues el canallesco personaje tiene tanto o más protagonismo que el propio Argoman, utiliza su personalidad super-heroica para espiar las actividades delictivas, pero al mismo tiempo su naturaleza es eminentemente epicúrea (estamos ante un mujeriego empedernido que además se divierte jugando con su gobierno ya que suele robar cosas él mismo para más tarde devolverlas), se podría concluir que la película debe tanto al género de super-héroes como al Spionistico, (corriente italiana de explotación surgida al rebufo del éxito del super-agente británico James Bond). Sin duda existen más paralelismos entre el personaje creado por Ian Fleming y Argoman que con el héroe enmascarado de los comics de la DC, aunque sea en su colorista versión televisiva.



LA ESCENA: Después de quedar con una de sus amigas a través de su espectacular chorva-agenda, Sir Reginald, aburrido, ve pasar a una atractiva chica en bikini a bordo de su hovercraft y haciendo gala de sus poderes arrastra a la joven hasta su casa para proponerle un estimulante juego. Como si se tratara del plató de “El precio justo”, el play-boy, mando a distancia en mano, abre una habitación ocupada por un Rols-Royce y unas joyas, a continuación abre otra en la que hay una cama… parece que la apuesta está clara. La hembra accede a jugarse sus encantos al lanzamiento con arco y, tras un fallo estrepitoso, el dandy consigue su objetivo. Tras la cópula la mujer vuelve a empuñar el arma haciendo un certero lanzamiento aunque, humildemente, accede sólo a quedarse con las joyas pero el generoso Sir le regala además un abrigo de piel, que Chacra le pone a la dama cual azafata televisiva.

Lo más gracioso del tema es que al final resulta que la atractiva joven que casualmente pasaba por allí resulta ser Jezabell, la supervillana de la función. Un personaje habitual en las producciones populares, la super mujer, inteligente, atractiva y decidida, al servicio del mal que finalmente cae rendida ante los encantos del héroe al servicio del bien (aunque en este caso sea el propio).

El divismo de Jezabell queda manifestado en la carta que deja cuando roba las joyas en la que firma como la reina del mundo. Pero nada más fidedigno que sus vestidos, diferentes en cada escena, siendo cada uno de ellos más estridente que el anterior, que van en consonancia con el resto de la producción.

El final de la película es para enmarcar, no quiero desvelarlo porque merece la pena verlo, tan sólo señalaré que entronca perfectamente con esa amoralidad tan característica de estos héroes.


“Los 3 superman en la selva” de Bitto Albertini. (Che fanno i nostri supermen tra le vergini della giungla? España-Italia, 1971)

El nombre de Bitto Albertini es indisociable del cine de género italiano, tanto en producciones únicamente del país trans-alpino como en coproducciones. Desde su juventud hasta pasados los sesenta años de edad, Bitto, quien firmara en ocasiones con pseudónimos como Adalberto Albertini, Stanley Mitchel o Ben Norman, dedicó toda su carrera a la realización de películas destinadas al entretenimiento. Combinando diferentes tareas dentro de la elaboración cinematográfica, desde operador de cámara hasta guionista, tocó todos los géneros posibles en el ya de por sí rico mundo del cine de género europeo. Colaboró en pseudo bonds como “Agente segreto 777” o “002 agenti segretissimi”, dirigió auténticos clásicos del exploit erótico, suyas son las dos primeras partes de “Enmanuelle negra”, y, por supuesto, contribuyó al cine de superhéroes en mallas con “Goldface, il fantastico superman” y un par de títulos de la saga de los supermen, además del que nos ocupa también fue el responsable de la segunda película de la saga “Los tres supermen en Tokio”.

Aunque a día de hoy nos pueda parecer increíble, las películas de los supermen eran tan populares en su época que llegó a filmarse una saga completa con las aventuras protagonizadas por estos tres personajes: “Tres superhombres” (I fantastici tre supermen), “Tres superhombres en Tokio” (Tre supermen a Tokio), “Los tres supermen en la selva (Che fanno i nostri supermen tra la vergini Della giungla?), “Así la armaron los 3 superhombres en el Oeste” (…E cosi divennero i tre supermen del West). Hasta aquí la saga italiana, que luego se vería completada en 1986 por la postrera “Tre supermen a Santo Domingo”, por el medio la cosa se desmadró todavía más y se pergeñaron productos de acongojante sonoridad como “Hong Kong 3 supermen desafío al Kung Fu”, “3 supermen contra el padrino” (en gloriosa coproducción con España y Turquía), “3 supermen at the Olympic Games” o “Super Wan Tu Tri” (no, el título no fue idea de las Azucar Moreno, la cosa se realizó en Filipinas), “Supermen and Mad Girl”, primer exploit turco, tiene un título incluso serio en comparación con el resto.

Nos encontramos pues en la tercera aventura de la saga. Dos de los integrantes del heroic trío están a punto de ser colgados por el pescuezo en una remota tribu. La CIA no duda en interrumpir la boda del tercero en discordia para que salve a sus compañeros y, junto a ellos, lleve a cabo una misión de vital importancia para el devenir de EE.UU. Han de comprar un territorio perdido en mitad de sabe dios que selva antes de que lo hagan los soviéticos, pues es de una importancia estratégica vital.

Como se podrán imaginar la trama no es más que una excusa para ver a los 3 supermen desvariando por en medio de la selva (en realidad Torrelodones, Madrid), ligando con una tribu gobernada por mujeres (todas ellas muy bien peinadas y maquilladas), y peleando con los soviéticos, encabezados por Frank Braña, que bailan al estilo Kasatchok cada vez que les sonríe la suerte.

Una de las cosas que más se agradecen es la extraña relación entre el trío protagonista. Lejos de llevarse bien, como buenos superhombres, están en constante lucha. La pareja formada por Martin y Dick intentan a la mínima ocasión traicionar al bueno de Steve, que no escarmienta de las jugarretas de sus compañeros.

Los personajes responden al típico patrón de comedia. Por un lado tenemos al buenazo, Steve, que además de ser el más valiente es el más apuesto (interpretado por el culturista-actor? Brad Harris), Martin es todo lo contrario, pensando sólo en su propio bienestar arrastrará a Dick en sus fechorías, el personaje más puramente cómico, capaz de comunicarse con los animales pero no con los seres humanos.

Una comedieta aderezada con tribus caníbales y bellas féminas ligeras de ropa que curiosamente hace más gracia cuando intenta funcionar como película de aventuras. Las partes cómicas fracasan por su excesiva ingenuidad que las hace demasiado previsibles, como la escena en la que Steve explica a Dick lo abiertos que hay que tener los ojos en la selva dada la peligrosidad del entorno mientras él mismo es acechado por serpientes y tarántulas sin percatarse.




“Las garras de Lorelei” (Amando de Ossorio, 1974)

El tristemente desaparecido director gallego Amando de Ossorio, conocido sobretodo por su tetralogía sobre los caballeros templarios-zombie, fue el encargado de cerrar la noche con esta curiosa versión hispánica de las leyendas del folklore germano.

LA HISTORIA: Una pequeña población a orillas del Rhin vive atemorizada tras la consecución de una serie de asesinatos especialmente sangrientos. La leyenda de Loreley, una sirena germana que necesita alimentarse del corazón de vírgenes para mantenerse con vida, parece estar detrás de los terribles sucesos.

El internado femenino del pueblo, objetivo lógico de la asesina, contrata a un joven cazador para que vigile las instalaciones. La llegada del forastero supone una auténtica revolución entre las jóvenes, que no están acostumbradas a la presencia de hombres en su residencia; sin embargo, el joven parece más interesado en una misteriosa mujer que surge inesperadamente de las aguas. Desoyendo las leyendas populares el joven continúa su relación con Loreley, mientras continúan los asesinatos, hasta que es seducido por una de las encargadas del internado siendo descubierto por su misteriosa amante.

Ante todo hay que dejar claro que estamos ante un auténtico bodrio, que nadie se deje embelesar por cantos de sirena, las leyendas germánicas de los nibelungos, el héroe Sigfrido y la propia Loreley, todos juntos y revueltos, lejos de dar interés a la delirante trama, le dan una pretensión vacía e innecesaria que consigue convertir en tedioso el desarrollo del metraje.


Si hay algo que invite a su visionado es el impresionante plantel de féminas que presenta la producción. Loreley está encarnada por Helga Liné, auténtico fetiche del cine fantaterrorífico y de destape, que un año antes había trabajado con Paul Naschy en “El espanto surge de la tumba” y con el mismísimo Santo en “Santo contra el Dr. Muerte”, las virtudes (anatómicas) de esta señora creo que han quedado bien claras a lo largo de su dilatada filmografía, al igual que la buena de la película, una impresionante Silvia Tortosa, años antes de ser portada de Interviú.

Las mujeres de la época quizá disfrutaran de un Tony Kendall recién salido de “La frusta e il corpo” de Mario Bava, que aquí anda totalmente perdido, aunque eso sí, marca paquete en sus embutidos pantalones de campana y exhibe torso durante la mayor parte del metraje, siempre con su rifle cerca. Sus andares chulescos son lo más reseñable de su interpretación, aunque es justo decir que hay que ser muy hombre para recitar esos diálogos que ponen en su boca, como cuando ya muy avanzada la trama, estando clara la causa de las muertes, ejerce como detective diciendo: “Aquí hay algo sobrenatural”. Quizá se le pegara la verborrea de su amante Loreley que al principio de su relación le espeta un: “Has pensado en nuestro futuro”, la muchacha se ve que tanto tragar corazones no pierde el optimismo.

A parte de hacernos reír involuntariamente y alegrarnos la vista con los jóvenes protagonistas, la película destaca por la resolución de cada uno de los asesinatos, especialmente virulentos, no se escatima en sangre ni en violencia. Dejando de lado el disfraz de monstruo que representa la transformación de Loreley la cámara se recrea en más de una ocasión en primeros planos de casquería que resultan efectivos a pesar de su tosquedad en lo que al apartado técnico se refiere.


2 comentarios:

Rey Nova dijo...

Buen ciclo de peliculas, por muy malas que puedan ser alguna de ellas, vale la pena verlas en plan nostálgico, al menos para mi. Aun si la de "Las garras de Lorelei" es muy mala, ya tiene un elenco femenino interesante. Saludos¡¡¡

Kraven dijo...

Sin duda vale la pena, en muchos casos la risa. jeje.

Suscribo lo de "Las garras de Loreley", no se puede tener todo. jajaja.

Un saludo!