Santo en el tesoro de Drácula
Director: René Cardona
Guión: Alfredo Salazar
Productor: Guillermo Calderón Stell
Música: Sergio Guerrero
Director de fotografía: Raúl Martínez Solares
Intérpretes: Santo el enmascarado de plata, Aldo Monti, Noelia Noel, Roberto G. Rivera, Carlos Agosti, Alberto Rojas, Pili González
(México) 1968
Icono de la cultura pop, héroe infantil, luchador infatigable, personaje de cómic primero e ídolo de la pantalla después. Rodolfo Guzmán Huerta, es decir, Santo el enmascarado de plata, deleitó a grandes y pequeños a lo largo de más de medio centenar de películas, mezclando risa, aventura y escalofrío a partes iguales. Demostrando que también hay sitio para el honor y los valores morales en el cine casposo.
Aunque no se encuentre entre lo más original ni brillante de su filmografía “Santo en el tesoro de Drácula” propone un interesante choque entre el luminoso mundo del luchador mexicano y la oscuridad propia del vampiro más célebre de la historia.
Sinopsis:
Santo ha desarrollado un sistema capaz de devolver a una persona a una vida anterior. Ante la falta de voluntarios para probar su invento, su “amiga”, Luisa, accede a realizar la prueba, regresando a su anterior existencia, en la que era vampirizada por el mismísimo Conde Drácula. Santo y sus colegas observan como se desarrollan los acontecimientos (¡A través de una televisión!), descubriendo que el Conde es dueño de un valioso tesoro; pero, ante el peligro que corre la vida de la joven voluntaria (que está a punto de ser atravesada por una estaca al igual que su aristocrático amante) se ven obligados a intervenir trayéndola de nuevo al presente. A su vuelta intentarán hacerse con el tesoro de Drácula (para repartir entre los más necesitados, ¿qué se pensaban?), pero un misterioso hombre enmascarado, acompañado por sus compinches, seguirá los pasos de Santo y los suyos para intentar arrebatarles el botín. ¡Que empiecen las hostilidades!
En el tono habitual de las producciones del Santo, a saber, una mezcla de aventura fantástica, terror, comedia (con voluntariedad o sin ella) y por supuesto lucha libre mexicana, “Santo en el tesoro de Drácula”, nos transporta a un México decimonónico que es la viva imagen de la Transilvania descrita por Bram Stocker en su novela “Drácula”. La primera parte del film, desde que Luisa (en lugar de Mina) conoce al Conde es un claro plagio-homenaje a la segunda parte de la célebre adaptación cinematográfica llevada a cabo por Tod Browning en 1931 (los planos detalle de los ojos de Drácula son idénticos). Aldo Monti (el actor italiano es, sin lugar a dudas, lo mejor de la película) en el papel que catapultara a la fama a Bela Lugosi, hace su majestuosa entrada elegantemente vestido (pajarita, capa y bastón) y envuelto en brumas. La banda sonora, a golpe de theremin, junto a los primeros planos del intimidante rostro de Aldo y su elegante prosa, crean la necesaria atmósfera desasosegante que debe tener todo relato vampírico que se precie.
Director: René Cardona
Guión: Alfredo Salazar
Productor: Guillermo Calderón Stell
Música: Sergio Guerrero
Director de fotografía: Raúl Martínez Solares
Intérpretes: Santo el enmascarado de plata, Aldo Monti, Noelia Noel, Roberto G. Rivera, Carlos Agosti, Alberto Rojas, Pili González
(México) 1968
Icono de la cultura pop, héroe infantil, luchador infatigable, personaje de cómic primero e ídolo de la pantalla después. Rodolfo Guzmán Huerta, es decir, Santo el enmascarado de plata, deleitó a grandes y pequeños a lo largo de más de medio centenar de películas, mezclando risa, aventura y escalofrío a partes iguales. Demostrando que también hay sitio para el honor y los valores morales en el cine casposo.
Aunque no se encuentre entre lo más original ni brillante de su filmografía “Santo en el tesoro de Drácula” propone un interesante choque entre el luminoso mundo del luchador mexicano y la oscuridad propia del vampiro más célebre de la historia.
Sinopsis:
Santo ha desarrollado un sistema capaz de devolver a una persona a una vida anterior. Ante la falta de voluntarios para probar su invento, su “amiga”, Luisa, accede a realizar la prueba, regresando a su anterior existencia, en la que era vampirizada por el mismísimo Conde Drácula. Santo y sus colegas observan como se desarrollan los acontecimientos (¡A través de una televisión!), descubriendo que el Conde es dueño de un valioso tesoro; pero, ante el peligro que corre la vida de la joven voluntaria (que está a punto de ser atravesada por una estaca al igual que su aristocrático amante) se ven obligados a intervenir trayéndola de nuevo al presente. A su vuelta intentarán hacerse con el tesoro de Drácula (para repartir entre los más necesitados, ¿qué se pensaban?), pero un misterioso hombre enmascarado, acompañado por sus compinches, seguirá los pasos de Santo y los suyos para intentar arrebatarles el botín. ¡Que empiecen las hostilidades!
En el tono habitual de las producciones del Santo, a saber, una mezcla de aventura fantástica, terror, comedia (con voluntariedad o sin ella) y por supuesto lucha libre mexicana, “Santo en el tesoro de Drácula”, nos transporta a un México decimonónico que es la viva imagen de la Transilvania descrita por Bram Stocker en su novela “Drácula”. La primera parte del film, desde que Luisa (en lugar de Mina) conoce al Conde es un claro plagio-homenaje a la segunda parte de la célebre adaptación cinematográfica llevada a cabo por Tod Browning en 1931 (los planos detalle de los ojos de Drácula son idénticos). Aldo Monti (el actor italiano es, sin lugar a dudas, lo mejor de la película) en el papel que catapultara a la fama a Bela Lugosi, hace su majestuosa entrada elegantemente vestido (pajarita, capa y bastón) y envuelto en brumas. La banda sonora, a golpe de theremin, junto a los primeros planos del intimidante rostro de Aldo y su elegante prosa, crean la necesaria atmósfera desasosegante que debe tener todo relato vampírico que se precie.
Escenas como la de Drácula en su lóbrega cripta, rodeado de su harén particular sometiendo a nuevas doncellas, o la llegada del vampiro, convertido en murciélago, a la alcoba de Luisa (cargadas ambas de un delicioso erotismo gótico), sitúan la película en un punto intermedio entre las cintas de la Universal de los años 30 y 40 (por su escenografía) y las producciones de los 50 y 60 de la Hammer (la incorporación de colmillos al vampiro y la utilización de su mordedura como simil sexual) subiendo notablemente el nivel habitual de las producciones del Santo.
En cuanto Santo vuelve a aparecer en pantalla, el ambiente malsano desaparece de inmediato, dando paso a la sucesión de escenas delirantes que repetiría a lo largo de su dilatada filmografía: Santo pegándose con los malos (con todos a la vez), haciendo gala de su repertorio técnico en cuanto a llaves de lucha se refiere (en esta ocasión contaría además con la ayuda de gadgets bondianos, como su radio reloj, imprescindible en el desenlace de la trama) descifrando el misterio para encontrar el tesoro (el que vale, vale) y saliendo victorioso de su ineludible cita con el ring.
Personajes estereotípicos sustituyen en la segunda parte de la función al interesante Conde:
El Doctor Sepúlveda: intelectual y mano derecha del Santo, habla poco (no vaya a ser que el enmascarado de plata le suelte una tollina), pero cuando lo hace es con conocimiento, siendo de gran ayuda para la solución problemas.
Perico: Flaco, vestido de manera extravagante y con enormes gafas de pasta; propicia la mofa del resto del grupo, (se supone que también del espectador) por su actitud cobarde y ridícula, protagonizando todos los chistes de la película (especialmente marciano el incidente con el silbato). Santo lo tiene totalmente bajo su control y lo utiliza a su antojo, llegando a abofetearlo o a dedicarle lindezas del tipo “Eres muy listo, te felicito, ¡idiota!” (da gusto tener amigos así).
Luisa: La heroína, de carácter fuerte y decidido, supuestamente bella. Luce un cardado imposible y vestimenta futurista (atención al chándal plateado que se gasta la niña, modelito imprescindible para viajar en el tiempo), poco más (está claro el carácter eminentemente machista de las películas de Santo, dónde las mujeres son meros objetos decorativos).
La troupe de malvados: Liderados por un cerebro tan brillante como perverso, el hombre enmascarado (su identidad será desvelada en la parte final, permanezcan atentos), guiado siempre por la ambición, al que siguen sus esbirros que tiemblan con sólo oír el nombre del luchador enmascarado. Su mano derecha es su forzudo hijo, Atlas, quien se batirá sobre el ring contra el Santo (como si el pobre tuviera alguna opción)
En definitiva, una primera parte que prometía una película “diferente” del Santo, con regusto clásico al buen cine de vampiros, pero que desgraciada o afortunadamente, (dependiendo del gusto del respetable) acabó como siempre, hostias varias, malos atrapados, y Drácula (resucitado de manera más que forzada) junto con sus novias convertidos en ceniza. Happy end .
3 comentarios:
¿Seguro que este santo, no es primo cercano de Benny Hill?
jajaja. Desde luego que no, Benny Hill era un tío mucho más cachondo y fiestero. El Santo era bastante sosainas, es lo que tiene estar todo el día a bofetadas encima de un ring. ¡Y encima sin poder quitarte la máscara!
Que poco me gustan a mi estas pelis del Santo..Lo he intentado varias veces pero no hay forma...En fin ....
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