Gijón se queda huérfana de cine festivalero hasta el año que viene. Durante estos diez días pasados unos cuantos privilegiados hemos podido disfrutar (la mayoría de las ocasiones) y sufrir (en algún que otro caso) con el visionado de películas de muy distinta naturaleza. Quizá la programación de este año, en lo que respecta a las secciones paralelas, dejaba entrever que el listón estaría más bajo que en ediciones anteriores. Los celebrados ciclos aglutinadores de grandes cinematografías exhibidos los últimos años brillaron por su ausencia. De grandes ciclos como “Dentro y fuera de Hollywood: La transición independiente en el cine americano”; “Vientos del este: Los nuevos cines en los países socialistas europeos 1955-1975”, “Paisajes y figuras: perplejos. El nuevo cine alemán 1962-1982”, se pasó a dos ciclos, aunque no exentos de interés, si de un carácter menor, como fueron “La utopía yanqui” y “Una parte del cielo: directoras europeas en el nuevo milenio”
Tampoco se proyectaron retrospectivas de cineastas punteros del cine independiente (por mucho que nos cuenten lo contrario), como Larry Clark, Todd Sonlondz, Claire Dennis (aunque si hemos podido deleitarnos con el último largo de la directora francesa en la sección oficial) o Shinya Tsukamoto. Homenajeados todos ellos en las últimas ediciones. El testigo lo recogieron realizadores como Lucrecia Martel, cuya filmografía se reduce a tres películas; Joana Hadjithomas y Khalil Joreige; Cameron Jamie, con su antropología de andar por casa (“backyard antropology”) o Peter Tscherkassky, quien transforma, mediante un collage caleidoscópico-epiléptico, celuloide prestado en la sala de montaje. Cómo es el caso de este cortometraje titulado “Outer Space” que parte de fragmentos de la película “El ente” de Sydney J. Furie.
Tampoco se proyectaron retrospectivas de cineastas punteros del cine independiente (por mucho que nos cuenten lo contrario), como Larry Clark, Todd Sonlondz, Claire Dennis (aunque si hemos podido deleitarnos con el último largo de la directora francesa en la sección oficial) o Shinya Tsukamoto. Homenajeados todos ellos en las últimas ediciones. El testigo lo recogieron realizadores como Lucrecia Martel, cuya filmografía se reduce a tres películas; Joana Hadjithomas y Khalil Joreige; Cameron Jamie, con su antropología de andar por casa (“backyard antropology”) o Peter Tscherkassky, quien transforma, mediante un collage caleidoscópico-epiléptico, celuloide prestado en la sala de montaje. Cómo es el caso de este cortometraje titulado “Outer Space” que parte de fragmentos de la película “El ente” de Sydney J. Furie.
La apuesta del festival por directores “diferentes”, ajenos a la industria, al producto puramente “mainstream” es más que respetable; es necesaria. Gracias a ella el FIC ocupa un lugar privilegiado en el panorama europeo. Soy el primero que aplaude y defiende la firmeza en apoyar a ese cine, el que más dificultades encuentra a la hora de ser exhibido. Pero esto no impide, o por lo menos no debería impedir la convivencia de estos cineastas con otros que no por más conocidos tienen más fácil la producción y distribución de sus películas, como es el caso de los mencionados más arriba. No olvidemos que actualmente autores de indudable calidad como David Lynch, David Cronenberg o Woody Allen tienen problemas para sacar adelante sus proyectos y se ven obligados a salir fuera de sus países en busca de financiación para llevarlos a cabo (que nadie me malinterprete que con esto no intento decir que estos maestros vengan a estrenar por estas tierras, aunque Woddy Allen ya lo haya hecho).
La búsqueda constante de nuevos cines es sin duda elogiable. Sin embargo, en ocasiones, esta búsqueda propicia que se cuelen películas que bajo la calificación de “difíciles”, “arriesgadas” o “valientes” no escondan más que pedantería, pretensión y, sobre todo, hastío. Este año las máximas exponentes del “más aburrido todavía” han sido “Liverpool” y “El cielo, la tierra y la lluvia”, ejercicios pausados y grandilocuentes de vacío cinematográfico. La respuesta del festival ha sido premiar la obra de Lisandro Alonso con el máximo galardón, mejor película. De seguir así las cosas, el festival puede desembocar en un alubión de falso cine de autor, onanista y autocomplaciente, en la próxima edición.
Siendo más optimistas, y dejando a un lado el fallo (en el amplio sentido de la palabra) del jurado, el futuro tampoco tiene porque ser tan desalentador. La sección oficial de esta edición, si bien ha sido irregular (es lógico debido al carácter del festival y a la gran cantidad de largos a competición, 14 en total) ha tenido, en general un nivel superior al de pasadas ediciones.
La infancia, el difícil paso a la adolescencia y su posterior repercusión en la vida adulta ha sido el eje central sobre el que han girado prácticamente todos los trabajos que se han visto en la sección oficial.
La película que inauguró el certamen lo dejaba claro. En “Choke” Angelica Huston da vida a una madre hospitalizada por una grave enfermedad mental que le impide reconocer a su propio hijo. El susodicho es un adicto al sexo que finge ahogarse en locales públicos para que algún buen samaritano lo salve y por caridad le ayude a costear la clínica donde ella se encuentra. Una enfermera que intentará resolver el enigma de su paternidad (las compañeras de su madre creen que es el mismísimo hijo de Dios), un amigo pajillero que encontrará el amor en las caderas de una stripper y un loco final tan sorprendente como desternillante en la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Chuck Palahniuk.
La incomunicación familiar es otro de los males más frecuentes en las sociedades occidentales actuales. Buena muestra de ello la da Taylar Barman en su excelente “9mm”. Un retrato cruel y sin concesiones de la hipócrita sociedad del bienestar en la que nos movemos. La cámara observa. Un domicilio cualquiera de una ciudad cualquiera. Un disparo rompe la quietud. A modo de flash-back y desde el punto de vista de los tres personajes protagonistas (a saber: padre en paro, madre trabajadora, hijo adolescente) Barman reconstruye con incómoda verosimilitud los acontecimientos que desencadenaron la catástrofe a través de un estilo más cercano al documental (que manido suena esto, pero es así). Un thriller en la ficción, un drama de lo cotidiano. Auténtico sin caer en el efectismo. Chapó.
“A complete History of My Sexual Failures” Chris Waitt (eterno adolescente dentro y fuera de la pantalla) nos tomó el pelo a todos, o al menos lo intentó. Aunque es de agradecer que al menos lo hiciera divirtiendo con su “falso documental” (el tipo en rueda de prensa seguía insistiendo en que todo era real) sobre sus fallidas relaciones sentimentales a través de entrevistas con sus ex-novias. En realidad una comedia romántica para adolescentes más deudora de Youtube que de las películas de Meg Ryan (afortunadamente). Plagada de tópicos sobre la inmadurez del hombre heterosexual en occidente y con un sentido del humor más que básico y/o primario, con la broma sexual como principal baluarte, cuanto más burra mejor (el episodio sadomasoquista en el que el protagonista/director sufre las fustigaciones de una dominatriz sobre su aparato reproductor o la ingesta indiscriminada de viagra para la posterior erección y escapada en busca de hembra en celo con la que copular) El look del cineasta, con ese pelo cuidadosamente despeinado, está tan estudiado como las actuaciones, supuestamente espontáneas, de las entrevistadas.
Definitivamente los tiempos han cambiado y los niños no son ajenos a los cambios. En “Afterschool”, impactante trabajo del neoyorquino Antonio Campos (sorprende ver a actores tan jóvenes actuar de manera tan realista), asistimos a la vida cotidiana de unos niños bien en un internado elitista de Nueva Inglaterra. Pornografía en la red, tráfico de drogas, bulling. Todo sucede con total normalidad entre clase y clase hasta que Robert, un chico adicto al audiovisual que se pasa las horas muertas frente al ordenador graba de forma accidental la muerte por sobredosis de dos gemelas de comportamiento ejemplar a ojos de la dirección de la escuela. A través del documental que su profesor le encarga descubriremos junto a Robert la suciedad que se esconde tras la inmaculada fachada del internado. Aunque al final (grandísimo acierto la emisión de los dos videos íntegros) la cinta quede tan manipulada como el discurso de los profesores y la dirección.
Otra realidad bien distinta de los niños de familias adineradas es la que nos muestra la directora argentina Celina Murga en “Una semana solos”. Prácticamente sin la presencia de ningún adulto, un grupo de niños de entre 7 y 14 años formado por familiares y amigos, se divierten jugando a la videoconsola, bañándose en la piscina o asistiendo a un concierto. Todo está al alcance de sus manos y nadan en la abundancia más absoluta. Pero el verano da para mucho cuando eres pequeño y el tedio resultante de no hacer nada tiene como resultado la irrupción nocturna en una mansión vecina que acabará destrozada por estos pequeños angelitos. Como sus papis tienen dinero la fechoría quedará en nada y otros pagarán los platos rotos con sus visas. La película es igual de intranscendente como la vida de sus personajes protagonistas.
Muy diferente es la realidad al Sur de ese mismo país, en “El Bolsón”, una región de la Patagonia Argentina, donde Pablo Agüero, en “Salamandra”, sitúa a sus erráticos protagonistas, Inti (quien abandona esa bañera-burbuja que le cobijaba al inicio del film) y su madre Alba (bellísima e inspiradísima Dolores Fonzi). Un viaje iniciático hacia ninguna parte en el que el espectador sufre a la vez que los torturados protagonistas: Frío, hambre, desorientación (según palabras del director los actores experimentan en el rodaje las mismas sensaciones que sus personajes. ¡Espero que a este hombre nunca le de por el gore!) Una historia con mucho que contar y en la que el joven director opta por mostrar lo justo, como ocurre con la realidad: somos nosotros los que hemos de interpretarla y darle sentido en la mayoría de las ocasiones. Una película fría, descarnada, violenta, áspera; en definitiva: viva.
La búsqueda constante de nuevos cines es sin duda elogiable. Sin embargo, en ocasiones, esta búsqueda propicia que se cuelen películas que bajo la calificación de “difíciles”, “arriesgadas” o “valientes” no escondan más que pedantería, pretensión y, sobre todo, hastío. Este año las máximas exponentes del “más aburrido todavía” han sido “Liverpool” y “El cielo, la tierra y la lluvia”, ejercicios pausados y grandilocuentes de vacío cinematográfico. La respuesta del festival ha sido premiar la obra de Lisandro Alonso con el máximo galardón, mejor película. De seguir así las cosas, el festival puede desembocar en un alubión de falso cine de autor, onanista y autocomplaciente, en la próxima edición.
Siendo más optimistas, y dejando a un lado el fallo (en el amplio sentido de la palabra) del jurado, el futuro tampoco tiene porque ser tan desalentador. La sección oficial de esta edición, si bien ha sido irregular (es lógico debido al carácter del festival y a la gran cantidad de largos a competición, 14 en total) ha tenido, en general un nivel superior al de pasadas ediciones.
La infancia, el difícil paso a la adolescencia y su posterior repercusión en la vida adulta ha sido el eje central sobre el que han girado prácticamente todos los trabajos que se han visto en la sección oficial.
La película que inauguró el certamen lo dejaba claro. En “Choke” Angelica Huston da vida a una madre hospitalizada por una grave enfermedad mental que le impide reconocer a su propio hijo. El susodicho es un adicto al sexo que finge ahogarse en locales públicos para que algún buen samaritano lo salve y por caridad le ayude a costear la clínica donde ella se encuentra. Una enfermera que intentará resolver el enigma de su paternidad (las compañeras de su madre creen que es el mismísimo hijo de Dios), un amigo pajillero que encontrará el amor en las caderas de una stripper y un loco final tan sorprendente como desternillante en la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Chuck Palahniuk.
La incomunicación familiar es otro de los males más frecuentes en las sociedades occidentales actuales. Buena muestra de ello la da Taylar Barman en su excelente “9mm”. Un retrato cruel y sin concesiones de la hipócrita sociedad del bienestar en la que nos movemos. La cámara observa. Un domicilio cualquiera de una ciudad cualquiera. Un disparo rompe la quietud. A modo de flash-back y desde el punto de vista de los tres personajes protagonistas (a saber: padre en paro, madre trabajadora, hijo adolescente) Barman reconstruye con incómoda verosimilitud los acontecimientos que desencadenaron la catástrofe a través de un estilo más cercano al documental (que manido suena esto, pero es así). Un thriller en la ficción, un drama de lo cotidiano. Auténtico sin caer en el efectismo. Chapó.
“A complete History of My Sexual Failures” Chris Waitt (eterno adolescente dentro y fuera de la pantalla) nos tomó el pelo a todos, o al menos lo intentó. Aunque es de agradecer que al menos lo hiciera divirtiendo con su “falso documental” (el tipo en rueda de prensa seguía insistiendo en que todo era real) sobre sus fallidas relaciones sentimentales a través de entrevistas con sus ex-novias. En realidad una comedia romántica para adolescentes más deudora de Youtube que de las películas de Meg Ryan (afortunadamente). Plagada de tópicos sobre la inmadurez del hombre heterosexual en occidente y con un sentido del humor más que básico y/o primario, con la broma sexual como principal baluarte, cuanto más burra mejor (el episodio sadomasoquista en el que el protagonista/director sufre las fustigaciones de una dominatriz sobre su aparato reproductor o la ingesta indiscriminada de viagra para la posterior erección y escapada en busca de hembra en celo con la que copular) El look del cineasta, con ese pelo cuidadosamente despeinado, está tan estudiado como las actuaciones, supuestamente espontáneas, de las entrevistadas.
Definitivamente los tiempos han cambiado y los niños no son ajenos a los cambios. En “Afterschool”, impactante trabajo del neoyorquino Antonio Campos (sorprende ver a actores tan jóvenes actuar de manera tan realista), asistimos a la vida cotidiana de unos niños bien en un internado elitista de Nueva Inglaterra. Pornografía en la red, tráfico de drogas, bulling. Todo sucede con total normalidad entre clase y clase hasta que Robert, un chico adicto al audiovisual que se pasa las horas muertas frente al ordenador graba de forma accidental la muerte por sobredosis de dos gemelas de comportamiento ejemplar a ojos de la dirección de la escuela. A través del documental que su profesor le encarga descubriremos junto a Robert la suciedad que se esconde tras la inmaculada fachada del internado. Aunque al final (grandísimo acierto la emisión de los dos videos íntegros) la cinta quede tan manipulada como el discurso de los profesores y la dirección.
Otra realidad bien distinta de los niños de familias adineradas es la que nos muestra la directora argentina Celina Murga en “Una semana solos”. Prácticamente sin la presencia de ningún adulto, un grupo de niños de entre 7 y 14 años formado por familiares y amigos, se divierten jugando a la videoconsola, bañándose en la piscina o asistiendo a un concierto. Todo está al alcance de sus manos y nadan en la abundancia más absoluta. Pero el verano da para mucho cuando eres pequeño y el tedio resultante de no hacer nada tiene como resultado la irrupción nocturna en una mansión vecina que acabará destrozada por estos pequeños angelitos. Como sus papis tienen dinero la fechoría quedará en nada y otros pagarán los platos rotos con sus visas. La película es igual de intranscendente como la vida de sus personajes protagonistas.
Muy diferente es la realidad al Sur de ese mismo país, en “El Bolsón”, una región de la Patagonia Argentina, donde Pablo Agüero, en “Salamandra”, sitúa a sus erráticos protagonistas, Inti (quien abandona esa bañera-burbuja que le cobijaba al inicio del film) y su madre Alba (bellísima e inspiradísima Dolores Fonzi). Un viaje iniciático hacia ninguna parte en el que el espectador sufre a la vez que los torturados protagonistas: Frío, hambre, desorientación (según palabras del director los actores experimentan en el rodaje las mismas sensaciones que sus personajes. ¡Espero que a este hombre nunca le de por el gore!) Una historia con mucho que contar y en la que el joven director opta por mostrar lo justo, como ocurre con la realidad: somos nosotros los que hemos de interpretarla y darle sentido en la mayoría de las ocasiones. Una película fría, descarnada, violenta, áspera; en definitiva: viva.
Dolores Fonzi en "Salamandra". La nueva musa de "Fagiafilia".
“Stella”, el último largometraje de Sylvie Verheyde demuestra que incluso en París puede resultar difícil crecer, como le ocurre a la pizpireta protagonista de su historia. A través de un tono amable, incluso nostálgico, la directora francesa recrea el paso a la adolescencia de una niña en un ambiente nada adecuado. Su habitación se encuentra en el piso de arriba del bar que sus padres regentan. Su padre: ligón, jugador y alcohólico; su madre: le engaña con su mejor amigo. Los mejores amigos de Stella son los clientes del bar: ex-presidiarios y borrachos. Su vida nocturna deambulando por el bar sin pegar ojo le impide concentrarse en los estudios. Hasta que conoce a una amiga en el colegio y a su primer amor. Balzac y Duras harán el resto. Película encantadora, a pesar de lo duro de muchas de las situaciones, desde los títulos de crédito. Imposible no recordar a Antoine Duanel en “Los cuatrocientos golpes” con una sonrisa. El mejor cine sigue viniendo de Francia.
Lo mismo pensé al ver la última película de esa gran directora que es Claire Denis. “35 shots of rum” es un ejercicio de estilo y de elegancia de principio a fin. Nadie como ella sabe captar el espacio urbano y convertirlo en uno más de los personajes. Ese París tan alejado del tópico de postal, el París que los turistas nunca van a ver, del que los personajes quieren huir. El de las vías del tren y la estación de Gare du Nord, el de los trabajadores, el de los olvidados, pero dónde aún hay lugar para el amor y para la esperanza. Nadie salvo Claire Denis puede tampoco contar una historia tan íntima sin caer en el sentimentalismo. La historia de Lionel, conductor de tren, (inigualable Alex Descas) y su hija Josephine, quienes mantienen una relación ejemplar, y de sus vecinos: Noé, un joven inquieto que mantiene una relación con Josephine; Gabrielle, eternamente enamorada de Lionel. Gente sencilla, comprensiva y generosa. Así es la gente que puebla la película de Claire Denis. Los vecinos que nunca tendremos.
“Waltz with Bashir” de Ari Folman es una película vistosa, en cuanto a su bonita y dinámica técnica de animación, e interesante, en cuanto a las conclusiones que saca de la masacre acaecía en 1982 en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila. Su director (que formaba parte del ejército israelí en dicha masacre) recaba información entre sus ex-compañeros para intentar reconstruir lo que su memoria ha borrado por completo. Momentos de gran intensidad, como el comienzo con la recreación de la pesadilla recurrente de su amigo, en la que una manada compuesta por 26 perros salvajes le persiguen. Otros de surreal belleza, como el vals entre balas dando muerte a los francotiradores palestinos. Y un duro final, con las imágenes reales del resultado de la masacre. Una buena forma de acercar al público más joven al documental más adulto. Una de las películas más entretenidas e interesantes de la sección oficial.
De Nueva Zelanda llegó “A song of Good” de Gregory King. Gary, un adolescente taciturno con pocos intereses y mucho tiempo libre se dedica a fumar marihuana con sus amigos. Su padre, un déspota barrigudo y sudoroso, lo ningunea en calzoncillos desde el sillón. Su hermana tiene un hijo a su cargo del que su ex-pareja (y camello de Gary) no quiere hacerse responsable, a pesar de que le sobre el dinero. Las propiedades de su hermana son embargadas y Gary reacciona. Se pone un pasamontañas y atraca la casa de al lado (sólo se lleva un diminuto televisor) violando a la aterrorizada vecina. Tras la fechoría Gary ve la luz y comienza el arrepentimiento, deja las drogas, trabaja en un burguer y le compra un perro a papá sucio gordo. Pero el ser humano es débil y para ayudar económicamente a su hermana y su sobrino no estaría mal un último golpe. ¿Un idiota integral o un nuevo Mesías? Una película tan inclasificable como su personaje protagonista y su impulsiva forma de actuar. Una vez finalizada se hace muy complicado juzgar la actitud del protagonista, sólo por eso la película merece la pena.
“Tulpán”, de Sergey Dvortsevoy fue una de las perlas que nos dejó la edición de este año. Una historia tan dura como entrañable. Asa, tras finalizar su servicio militar en la armada, vuelve a su tierra natal, la estepa de Kazajistán. Cobijado junto a su hermana y sus hijos en la yurta de su cuñado, Asa, deberá encontrar esposa para que éste le confíe un rebaño y poder ganarse así el pan como pastor. La cosa no va a ser tarea fácil, la única chica disponible en el vasto territorio no está por la labor de casarse, prefiere estudiar y hacer vida en la ciudad, al igual que el mejor amigo de Asa, Boni. El joven, enamorado, asqueado por el duro trabajo de pastor, ninguneado por su cuñado, no acaba de encontrar su lugar, pero no parará hasta encontrarlo y nada podrá quitarle la ilusión ni la sonrisa de su rostro. Una película tierna, bella, cuyos personajes desprenden una humildad y una humanidad pasmosas. Las escenas que se ven en la película son todas reales, no hay ningún efecto especial (según declaraciones del propio director). Entre otras cosas asistimos al nacimiento de varios corderos (alguno de ellos muerto, hecho de gran relevancia en el desarrollo de la historia), asistidos por los actores protagonistas (desconozco si detrás de las cámaras había algún veterinario o si los propios actores tenían algún conocimiento), o a fuertes tormentas.
De Nueva Zelanda llegó “A song of Good” de Gregory King. Gary, un adolescente taciturno con pocos intereses y mucho tiempo libre se dedica a fumar marihuana con sus amigos. Su padre, un déspota barrigudo y sudoroso, lo ningunea en calzoncillos desde el sillón. Su hermana tiene un hijo a su cargo del que su ex-pareja (y camello de Gary) no quiere hacerse responsable, a pesar de que le sobre el dinero. Las propiedades de su hermana son embargadas y Gary reacciona. Se pone un pasamontañas y atraca la casa de al lado (sólo se lleva un diminuto televisor) violando a la aterrorizada vecina. Tras la fechoría Gary ve la luz y comienza el arrepentimiento, deja las drogas, trabaja en un burguer y le compra un perro a papá sucio gordo. Pero el ser humano es débil y para ayudar económicamente a su hermana y su sobrino no estaría mal un último golpe. ¿Un idiota integral o un nuevo Mesías? Una película tan inclasificable como su personaje protagonista y su impulsiva forma de actuar. Una vez finalizada se hace muy complicado juzgar la actitud del protagonista, sólo por eso la película merece la pena.
“Tulpán”, de Sergey Dvortsevoy fue una de las perlas que nos dejó la edición de este año. Una historia tan dura como entrañable. Asa, tras finalizar su servicio militar en la armada, vuelve a su tierra natal, la estepa de Kazajistán. Cobijado junto a su hermana y sus hijos en la yurta de su cuñado, Asa, deberá encontrar esposa para que éste le confíe un rebaño y poder ganarse así el pan como pastor. La cosa no va a ser tarea fácil, la única chica disponible en el vasto territorio no está por la labor de casarse, prefiere estudiar y hacer vida en la ciudad, al igual que el mejor amigo de Asa, Boni. El joven, enamorado, asqueado por el duro trabajo de pastor, ninguneado por su cuñado, no acaba de encontrar su lugar, pero no parará hasta encontrarlo y nada podrá quitarle la ilusión ni la sonrisa de su rostro. Una película tierna, bella, cuyos personajes desprenden una humildad y una humanidad pasmosas. Las escenas que se ven en la película son todas reales, no hay ningún efecto especial (según declaraciones del propio director). Entre otras cosas asistimos al nacimiento de varios corderos (alguno de ellos muerto, hecho de gran relevancia en el desarrollo de la historia), asistidos por los actores protagonistas (desconozco si detrás de las cámaras había algún veterinario o si los propios actores tenían algún conocimiento), o a fuertes tormentas.
“Ballast” de Lance Hammer, es una película pausada, contemplativa, como el ritmo de vida de los personajes que la transitan, como el discurrir del tiempo en ese recóndito pueblo del Delta del Misissipi. Pero posee una gran entidad fílmica. Posee carga dramática y una profundidad sustentada en la gran interpretación de sus actores. Un hombre que se suicida, deja mujer, hijo, hermano y tienda. La vida no era sencilla antes y ahora lo va a ser menos, pero unidos todo será más llevadero.
Sobre “Liverpool” ya escribí (quizá demasiado) en el artículo anterior, no haré más publicidad sobre esa película (el FIC ya se ha encargado dándole el premio al mejor largometraje), “El cielo, la tierra y la lluvia” de José Luis Torres Leiva bien podría ser una secuela, precuela, o vaya usted a saber qué de la película de Lisandro Alonso. Un insulto al cine y a la inteligencia del espectador. Sería un ejercicio de sadomasoquismo por mi parte recordar la obra en cuestión para escribir sobre ella, afortunadamente mi memoria se ha aliado conmigo y me ha hecho olvidarla de manera increíblemente rápida, sólo recuerdo planos fijos y conversaciones intrascendentes…¿Es posible que no hubiera más?, también recuerdo un boxeador en un viejo gimnasio…¡Bueno basta, me niego a hacer memoria!
El resto de la sección oficial no he podido verla así que hasta aquí llega el artículo. La próxima entrega la dedicaré a las películas que he podido ver en secciones paralelas.
Aquí les dejo el enlace al Palmarés de esta edición.
Sobre “Liverpool” ya escribí (quizá demasiado) en el artículo anterior, no haré más publicidad sobre esa película (el FIC ya se ha encargado dándole el premio al mejor largometraje), “El cielo, la tierra y la lluvia” de José Luis Torres Leiva bien podría ser una secuela, precuela, o vaya usted a saber qué de la película de Lisandro Alonso. Un insulto al cine y a la inteligencia del espectador. Sería un ejercicio de sadomasoquismo por mi parte recordar la obra en cuestión para escribir sobre ella, afortunadamente mi memoria se ha aliado conmigo y me ha hecho olvidarla de manera increíblemente rápida, sólo recuerdo planos fijos y conversaciones intrascendentes…¿Es posible que no hubiera más?, también recuerdo un boxeador en un viejo gimnasio…¡Bueno basta, me niego a hacer memoria!
El resto de la sección oficial no he podido verla así que hasta aquí llega el artículo. La próxima entrega la dedicaré a las películas que he podido ver en secciones paralelas.
Aquí les dejo el enlace al Palmarés de esta edición.
6 comentarios:
'De seguir así las cosas, el festival puede desembocar en un alubión de falso cine de autor, onanista y autocomplaciente, en la próxima edición.'
Miedo me da. Este año apenas he visto un par de películas, en comparación con otros años, y a este paso pues...
He echado en falta grandes ciclos como los que has mencionado, he echado en falta clásicos que disfrutar en la gran pantalla... En fin, no puedo considerarme en la misma línea que tú a la hora de disfrutar del cine, mi interés claramente es más limitado, pero aún así, por primera vez este año, mi interés ha sido prácticamente nulo en comparación con certámenes anteriores.
Por lo demás un gran artículo, Kraven, ha sido un placer leerte.
Mis felicitaciones.
Lástima lo de los clásicos, sin duda. Recuerdo como si fuera hoy cuando pude ver en pantalla grande "La pasión de Juana de Arco", "Amanecer" de Murnau u "Ocho y medio" de Fellini. Aún así han sido diez días disfrutando de buen cine, en general, y eso siempre se agradece.
Espero que el año que viene la programación nos de alguna alegría a los más clásicos, que todo se puede compaginar.
Aquí se estrenó "Drácula", la versión hispana de la Universal. Creó que fue en 1991, cuando dirigía el festi Juan José Plans, ese gran amante del Conde.
Me alegro que haya tenido una buena temporada de cine, que paraiso ha de resultar. Saludos.
Cuanta razón tienes. Cada año salía al menos con un par de películas que para mi han sido geniales (Tarnation, C.R.A.Z.Y., Shortbus, lila 4 ever, Party Monster, this england, Viva, The history boys, Palindromos, fuking amal, etc.) pero es que este año ninguna me ha llamado tantisimo la atención. Cierto que algunas me gustarón más que otras, pero en lineas generales creoq ue hay que decir que no ha sido una buena cosecha
Darkerr: Diez días viendo películas a todas horas en pantalla grande es un privilegio independientemente de su calidad. El mero hecho de estar en un festival de cine e ir a ver obras que en muchos casos son presentadas por el propio director, asistir a coloquios tras las proyecciones, es siempre de agradecer.
Jose Luis: De las que citas "Lilya 4fever" me impactó muchísimo cuando la vi en el festival; sin embargo volví a verla recientemente y no me dijo mucho. "Palíndromos" es una auténtica gozada, algo así sólo lo puede parir una mente genial como la de Tod Solondz.
Hay una película que recuerdo especialmente, "The return" de Andrei Zvyagintsev, me asombró su frialdad, hace un par de semanas estaban pasándola en "La 2" de madrugada (¡que raro!)
De todas formas "Tulpan", "35 shots of rhum" y "9mm" me parecen películas espléndidas.
Gracias por vuestros comentarios!
Vale, cierto que las películas que citas de este año fueron buenas, pero tampoco me marcaron especialmente. De todas formas por si alguien más lee esto, añado a tus recomendaciones 3 pelis más que no son de la sección oficial pero que me gustaron muchisimo: "Let the right in", "Belin Calling" y si os gusta Patti Smith (y si no tambien) "Dream of life"
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