The Hustler (El buscavidas)
Director: Robert Rossen
Guión: Robert Rossen & Sidney Carroll (Novela: Walter Tevis)
Música: Kenyon Hopkins
Fotografía: Eugene Shuftan (B&W)
Intérpretes: Paul Newman, Jackie Gleason, George C. Scott, Piper Laurie, Myron McCormick, Murray Hamilton, Vincent Gardenia, Michael Constantine
(EE.UU) 1961
Robet Rossen, desgraciadamente recordado por delatar a buena parte de sus colegas durante la caza de brujas del senador McCarthy, comenzó su carrera escribiendo guiones durante los años 30, entre los que destacarían “Los violentos años 20” Raoul Walsh, 1939 y “El extraño amor de Martha Ivers” Lewis Milestone, 1946. Como director se especializó en el drama, realizando clásicos indiscutibles como “Cuerpo y alma”, 1947 o “El político”, 1949.
Argumento:
Eddie Felson quiere demostrar que es el mejor jugador de billar de los EE.UU venciendo a el gordo de Minesota que lleva quince años imbatido, su socio lo lleva hasta él y juegan una maratoniana partida, tras cuarenta horas Eddie que había llegado a ir ganando dieciocho mil dólares pierde por su falta de carácter, quedando arruinado. Deja a su apoderado y conoce a Sarah, una chica alcohólica con problemas de insomnio con la que convive mientras hace pequeñas apuestas para ir tirando, hasta que un día Bert Gordon, (apoderado de el gordo de Minnesota) le propone realizar una gira para comenzar a ganar dinero a lo grande. Durante el recorrido los problemas existentes entre Sarah y Bert acaban con el suicidio de la joven, lo que transtorna profundamente el carácter de Eddie. Cuando Felson reúne dinero suficiente decide tomarse la revancha con el gordo al que consigue vencer, su cambio de carácter le ha ayudado a ganar, desgraciadamente el precio a sido demasiado alto.
Al enfrentarnos a una obra de tamaña magnitud solo cabe el aplauso y la admiración, el único calificativo que le hace justicia es el de absoluta obra maestra. La fotografía da carácter a las imágenes, viste el film de una sofisticación clásica, le da glamour, los cigarrillos, los sombreros, los billares, las timbas de pócker, perfectamente retratados empapan el ambiente de exquisita decadencia, las interpretaciones son más que brillantes, son profundas, el guión está estudiado al milímetro, los diálogos son elocuentes y con un lenguaje que ya quisiéramos para las producciones actuales, en ese punto intermedio entre la literatura y el hablar cotidiano, la planificación está siempre a la altura, la cámara como si tuviera conciencia propia conjuga a la perfección el virtuosismo con la practicidad en función de las necesidades dramáticas, la banda sonora se engrana perfectamente a la acción, los temas de jazz le dan un toque “cool”, mientras, el silencio de los billares deja que nuestros oídos se deleiten con el sonido de las bolas al rodar por el tapete.
Director: Robert Rossen
Guión: Robert Rossen & Sidney Carroll (Novela: Walter Tevis)
Música: Kenyon Hopkins
Fotografía: Eugene Shuftan (B&W)
Intérpretes: Paul Newman, Jackie Gleason, George C. Scott, Piper Laurie, Myron McCormick, Murray Hamilton, Vincent Gardenia, Michael Constantine
(EE.UU) 1961
Robet Rossen, desgraciadamente recordado por delatar a buena parte de sus colegas durante la caza de brujas del senador McCarthy, comenzó su carrera escribiendo guiones durante los años 30, entre los que destacarían “Los violentos años 20” Raoul Walsh, 1939 y “El extraño amor de Martha Ivers” Lewis Milestone, 1946. Como director se especializó en el drama, realizando clásicos indiscutibles como “Cuerpo y alma”, 1947 o “El político”, 1949.
Argumento:
Eddie Felson quiere demostrar que es el mejor jugador de billar de los EE.UU venciendo a el gordo de Minesota que lleva quince años imbatido, su socio lo lleva hasta él y juegan una maratoniana partida, tras cuarenta horas Eddie que había llegado a ir ganando dieciocho mil dólares pierde por su falta de carácter, quedando arruinado. Deja a su apoderado y conoce a Sarah, una chica alcohólica con problemas de insomnio con la que convive mientras hace pequeñas apuestas para ir tirando, hasta que un día Bert Gordon, (apoderado de el gordo de Minnesota) le propone realizar una gira para comenzar a ganar dinero a lo grande. Durante el recorrido los problemas existentes entre Sarah y Bert acaban con el suicidio de la joven, lo que transtorna profundamente el carácter de Eddie. Cuando Felson reúne dinero suficiente decide tomarse la revancha con el gordo al que consigue vencer, su cambio de carácter le ha ayudado a ganar, desgraciadamente el precio a sido demasiado alto.
Al enfrentarnos a una obra de tamaña magnitud solo cabe el aplauso y la admiración, el único calificativo que le hace justicia es el de absoluta obra maestra. La fotografía da carácter a las imágenes, viste el film de una sofisticación clásica, le da glamour, los cigarrillos, los sombreros, los billares, las timbas de pócker, perfectamente retratados empapan el ambiente de exquisita decadencia, las interpretaciones son más que brillantes, son profundas, el guión está estudiado al milímetro, los diálogos son elocuentes y con un lenguaje que ya quisiéramos para las producciones actuales, en ese punto intermedio entre la literatura y el hablar cotidiano, la planificación está siempre a la altura, la cámara como si tuviera conciencia propia conjuga a la perfección el virtuosismo con la practicidad en función de las necesidades dramáticas, la banda sonora se engrana perfectamente a la acción, los temas de jazz le dan un toque “cool”, mientras, el silencio de los billares deja que nuestros oídos se deleiten con el sonido de las bolas al rodar por el tapete.
Si hay que destacar algo entre tanto trabajo bien echo es el espléndido casting, uno de los más acertados vistos jamás sobre la pantalla, la química entre los cuatro personajes que sustentan el desarrollo de la trama es inmejorable, Paul Newman (Eddie Felson) brilla con luz propia como anti-héroe romántico, un fullero presa de su ego de artista que le impide desarrollar su rol de timador, en el fondo su corazón puede siempre con su estómago.
George C. Scott encarna a Bert Gordon, es la antítesis del protagonista, es la practicidad, la crueldad, la amenaza en la sombra, el hombre amable que ofrece caramelos envenenados a los niños, desde un punto de vista materialista se podría afirmar que representa al sistema, es la máquina capitalista que exprime al individuo. Aprovechándose de su fuerza de trabajo obtiene pingues beneficios, cobra su abusiva comisión hasta que el jugador está agotado, entonces busca una nueva presa que le sea más rentable, lo más ofensivo es la satánica complacencia con la que defiende orgulloso la licitud de su negocio.
Jackie Gleason está inmenso (al margen de su físico) en el amplio traje que viste al gordo de Minnesota (Minnesota fats) el “rival” (en realidad lo son mucho más Bert Gordon y antes su propio carácter) de Eddie Felson, frente a la precipitación de el joven californiano muestra paciencia y aplomo, su forma de moverse alrededor de la mesa de billar recuerda más a un bailarín clásico que a un jugador profesional, a pesar de la gordura y tosquedad de sus dedos hace resbalar elegantemente al taco hasta que hace contacto con la bola que describe una trayectoria perfecta para acabar finalmente con precisión matemática en la cesta.
Shara, interpretada más que convincentemente por una joven y bella Piper Laurie, es la víctima indiscutible de la historia, su cojera es más emocional que física. Alguien con un corazón tan grande no tiene cabida en un espacio dominado por el dinero y el engaño. Personaje íntegro, entrega su amor de manera incondicional al romántico y perdido galán, desgraciadamente la maldad que habita en el interior de la gente acaba trágicamente con su vida.
No cabe ninguna duda de que la película está plagada de escenas inolvidables, es injusto escoger tan sólo una, pero de lo contrario narraría el film a tiempo real, por tanto escogeré la que para mí gusto tiene mayor ritmo y fuerza, la primera partida que enfrenta a Eddie Felson con El Gordo de Minnesota. El joven aspirante acompañado de su socio llegan a la ciudad dispuestos a comerse el mundo desplumando al más grande, el jugador imbatido desde hace quince años, El gordo de Minnesota. Los Ames billiards situados en la calle 47 de New York no tienen bar ni máquinas recreativas ni bolera, sólo billares como anuncia el recepcionista, a Eddie le gusta el ambiente, la aparición en escena del Gordo es brillante, seguro sobre sus anchas piernas llega hasta la mesa en la que juega el flaco aspirante para empezar un excelente combate verbal:
- Tiene buen ataque
- Gracias, ¿juega usted al billar americano?
- Alguna vez, si hay ocasión
- (con sonrisa burlona) Es usted el Gordo de Minnesota, ¿verdad?
- (Asiente alzando un brazo)
- Tiene usted fama de ser el mejor de los estados, excepto del mío claro
- (con tono irónico) ¿Es eso verdad?
- (de nuevo la sonrisa burlona de truhán) Siiii, amigo, dicen que el gordo juega más con los ojos que con las bolas
- (Se ríe complacido) ¿De que estado es usted?
- De California
- ¿De California? ¿Se llama Felson?
- Si
- Eddie Felson
- Sii…señor
- Tengo entendido que andabas buscándome
- Sii..en efecto (sin borrar la soberbia sonrisa de sus labios)
- Big John (gritando) ¿crees que este chico es un busca vidas), ¿te gusta apostar Eddie, jugarte el dinero al billar?
- Gordo te desafío a jugar conmigo (¡¡¡¡Grande!!!!)
- ¿Cien dólares?
- Tu siempre juegas fuerte gordo, al menos eso dicen todos, que juegas muy fuerte… digamos doscientos dólares la partida
- Ahora se por qué te llaman relámpago, Eddie nos vamos a entender
La planificación de la secuencia es brillante, panorámicas que muestran el local en toda su extensión, el travelling que sigue al gordo en su llegada, plano-contraplano (en plano medios) durante el precoz encuentro entre los dos contendientes mostrando las punzantes miradas y las irónicas sonrisas que se dedican. Mención a parte merece el desarrollo de la partida, la cámara no pierde detalle, sigue con precisión las espectaculares jugadas, del mismo modo que los movimientos y las sensaciones de los jugadores. Cuarenta horas condesadas menos de treinta minutos de vértigo y adrenalina (y estamos entre cuatro paredes) ni la mejor persecución puede superar la tensión existente en esta sala con las ventanas cerradas. El montaje es preciso, el uso de elipsis y los primeros planos del reloj con su rápido mover de agujas hacen que el ritmo sea intenso y frenético involucrando al espectador en la emoción de la partida.
El personaje de Eddie sufre su primer revés, emocionalmente sale herido de los billares, su bravura y sus ansias de triunfo son frenadas en seco por alguien más experimentado, una lección que debiera no olvidar aunque ya se sabe eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra (por lo menos, claro)
En esta misma escena vemos también por primera vez a Bert Gordon, con su vaso de leche jugando a las cartas en un local situado frente a los billares, silencioso como una serpiente se introduce en los Ames billiards para ver el desarrollo de la partida avisado por uno de sus compinches.
La resolución de la secuencia muestra, tras la dolora y humillante derrota de Eddie, la separación de su socio y amigo Charlie. Vemos por primera vez el carácter “perdedor” de “Relámpago”, (no sabe ganar, hay algo que inconscientemente le hace tirar por la borda la partida y su propia vida, como veremos más tarde) cuando se emborracha y comienza a pavonearse de manera absurda después de poder haberse retirado a tiempo. Su excesiva arrogancia y la falta de respeto a su rival (llega a dormirse hacia el final de la partida) acaban con el gran jugador arruinado y tirado por los suelos. La importancia de esta escena es pues incuestionable, tanto por su belleza formal como por la trascendencia que tendrá en el devenir de la historia.
Martin Scorsese perpetraría una floja continuación del personaje de Eddie “Fast” Felson en 1986 titulada en España, “El color del dinero”. Veinticinco años después Paul Newman volvería a interpretar el papel de fullero, esta vez aleccionando a un estúpido e ingenuo pupilo encarnado a la perfección por Tom Cruise (quizá por mimetismo con el personaje)
Jamás un perdedor a tenido tanto gancho como Eddie Felson, si algún día me lo encontrara en alguna sórdida sala de billar le invitaría sin dudar a un whisky J. T. S. Brown y quizá me dejara timar, para aliviar las profundas heridas de su corazón.
3 comentarios:
Esta película la ví por primera vez hace casi 20 años y es posiblemente la culpable de que me aficionara al cine.
Has hecho un comentario de la película brillante.
Un saludo.
Sin duda es un drama inolvidable, uno de los mejores que se han rodado en la historia de Hollywood.
Gracias por tus repetidos y jugosos comentarios Slaine.
Un saludo.
La primera partida entre el gordo y Paul Newman es de las escenas que mas me gustan del cine, el protagonista en esa escena esta increible, el borracho mas atractivo que he visto nunca después de mí.
Un saludo.
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